La tarde argentina languidecía y aun así los colores se multiplicaban como queriéndose desprender de las sombras que ya los arropaban, como buscando un trozo mas de tiempo para dejarse ver por marchantes y turistas. Fueron tan solo dos horas, ayudó que era noviembre para alcanzar el último tercio de la tarde porteña, y el "caminito" se hizo prisma en nuestros ojos al recorrer cada una de sus veredas. Alfajores, cerveza Quilmes, la remera del Boca Juniors, Maradona y Gardel, Evita, un bombo legüero que repiquetea al ritmo de chacareras y pone a los gauchos a zapatear con bellas porteñas de ojos achinados.

Así vive el barrio La Boca de Buenos Aires, encallado a los pies del río La Plata, con un sin número de cuentos e historias propias de un puerto. Allí estuvimos en el 2010... desde ese momento quedan esos colores retosantes que desean enclavarse en cada cornea, como si el pintor hubiese descubierto cual era el verdadero gusto de cada marchante y caminante que pasa.

Rostros amables, un pase adelante, casi comicamente te dicen como en Maracaibo, -tranquilo señor o señora, sin compromiso y descuide que aquí no mordemos. Esta es la maravilla de la ciudad puerto, que se desvive por el visitante. Canta, baila, actúa y luce su hospitalidad para hacer la mercancía de cada día.

Esa tarde de noviembre, también nos sobresaltó el sabor del dulce de leche de un alfajor se deshacía dentro de la boca con tan solo tocarlo con la punta de la lengua. No pudimos caminar a La Bombonera, la cuna del fútbol porteño, una catedral hecha de tribunas, casetas y engramados. En esta cancha Diego "Pelusa" Maradona encarnó al propio Dios del futbol y de allí su salto al cielo en aquel mundial de México 86, una mano de Dios y un partido arrancado de la manos a los ingleses, para luego dar la estocada a los alemanes.

Argentina en esta parte del puerto es pueblo, es raiz, todo lo contrario a Puerto Madero, lo cosmopolita, el lujo, la modernidad, ley de la vida mostrando las dos caras de la moneda de un país que se hizo entre el indígena y el migrante europeo. Una réplica de Barcelona, España, una ciudad de la furia que nunca duerme como Nueva York. Es la punta de un triangulo que marca del norte y parte al este, para saber de que está hecha esta gente amable, jugadora de futbol, melancólica de tango y de gracia peculiar, con acento italiano versado en español... todo un caso de "caminitos" al sur del cono sur.