La infancia esa época remota de la cual tenemos tantas enseñanzas y recuerdos, que forman la base del adulto que somos hoy, dejó registrada en la memoria muchos juegos que se realizaban en la hora de recreo en las escuelas, o en las calles de los pueblos.

Desconozco porque le llamaban así, pero con ese nombre lo conocí y así lo he enseñado a mis hijos y luego a mis nietos.

Este me gustó siempre porque me atraían los juegos donde no se requería mucha destreza física, yo era rellenita y me sofocaba mucho corriendo, entonces este juego requería otra habilidad, la de observar los espacios, caminar y buscar.

El juego consiste en lo siguiente: alguien esconde un palito, u objeto pequeño, sin que nadie vea donde lo ocultó y luego el resto de los participantes tienen que encontrarlo, pero van recibiendo una pista, si el objeto está cerca quien lo escondió dice: "caliente, caliente", pero si no lo está dice: "frío, frío", esto va orientando a los demás también a buscar por donde está la persona a la que le han dicho que está "caliente", quien lo consiga le corresponde ahora esconderlo y así sucesivamente.

Mis nietos forman una algarabía con este juego e incorporan otras expresiones para orientar más a los que buscan, "tibio", "congelado", "hirviendo". A veces usan las plantas para esconder el objeto y estoy pendiente, de que no se vayan a lastimar o a dañar alguna, pero lo más que hacemos es divertirnos, porque también los adultos quedamos intrigados con la habilidad que tienen para encontrar sitios diferentes donde esconder el objeto y hasta nosotros nos ponemos a buscar, porque en definitiva, el juego siempre debe estar presente en nuestras vidas.

Presentando este juego llegó a mi memoria "La gallinita ciega", en este había que vendar a uno de los niños para que persiguiera a los otros. Este juego me fue prohibido porque en casa éramos solamente dos niñas, y una vendada persiguiendo a la otra no traería sino accidentes. Entonces inventamos una variante, una vendaba a la otra, le daba muchas vueltas hasta que quedara desorientada, y la llevaba agarrada recorriendo los lugares de la casa, esta gallina tenía que adivinar en qué parte de la casa estaba, pero en vista de que se volvía aburrido, un día se le ocurrió a mi hermana hacerme pasar por lugares diciéndome por ejemplo, que me agachara porque estábamos debajo de la mata de limón, o que saltara porque había un obstáculo y realmente no estaba en el sitio que describía y las carcajadas eran notorias, viéndome hacer piruetas en lugares donde no había ni que agacharse, ni que saltar, cuando le tocó el turno de que yo la vendara a ella para hacer ahora mi parte, vino mi mamá y prohibió también esta variante, con el consabido "se van a aporrear, niñas". Aún me río recordando esos momentos.