Estaba comenzando mis estudios en el Pedagógico, había que seleccionar una asignatura complementaria, me decidí por dibujo y pintura, pero la suerte hizo que me cambiara a Guitarra, algo totalmente inédito, en mi familia no había músicos y lo más cerca que había visto un instrumento musical era cuando los parranderos en diciembre visitaban la casa de mi abuela. Así que, tuve que comprar una guitarra, para lo cual se me abrieron las puertas de manera muy fácil, y tuve luego el honor de acompañar a la estudiantina por cuatro semestres fue una experiencia inolvidable para mí.

Mi guitarra, una Tatay española, llegó a mi vida y se quedó, ya les cuento cómo. Su olor a madera, su suavidad al tacto, la rugosidad de sus cuerdas, que fueron haciendo la dureza necesaria en mis dedos para poder tocarla. Mi amiga, compañera de sueños, como un bebé ruidoso que había que contener para que su llanto no molestara.

Cuánta dulzura, cuánta compañía, hasta que la responsabilidad y el trabajo la mantuvieron en cautiverio. Su momento había pasado.

La traje conmigo a mi nueva vida, y quedó allí en el espacio sagrado de los recuerdos importantes. La vida al parecer ya tiene un plan previsto para cada quien y lo que vamos haciendo es la antesala para lo que vendrá después.

Por varias razones deduje que mi acercamiento a aprender un instrumento había sido un poco tarde, que de haber tenido la posibilidad, cuando tenía menos edad habría sido mejor, por ello desde que mis hijos estuvieron pequeños, me propuse que aprendieran a tocar un instrumento y comenzaron con el cuatro. Un día mi hijo me dice que él ya sabía tocar guitarra, que había estado sacando de su estuche a mi viejo instrumento y había trasladado lo aprendido con el cuatro a ella. Curiosa e incrédula me animo a verlo: no sé cuánto tiempo habría dedicado a estas prácticas clandestinas. Mi guitarra estaba guardada para después, pero él no había querido esperar y efectivamente, ya tocaba guitarra. Mi emoción y sorpresa fueron únicas. ¿Cómo era posible eso, si en mis breves clases nos hablaban de años en un conservatorio de música y mi hijo con doce años ya podía puntearla de oído?

Su camino musical le ha llevado a la docencia, la dirección coral, dirección orquestal, formación de grupos musicales, ensambles, mariachis y sigue incursionando en nuevos proyectos donde la música se convierta en un elemento más de formación dentro de cada hogar.