UNA HUMILDE VOZ QUE LLENÓ MI ALMA DE TRISTEZA Y MELANCOLÍA

in #cervantes6 years ago (edited)
Perdóname mamá, perdóname porque no debí comer antes de la hora pero es que tenía hambre, por favor no lo vuelvo hacer… así comienza la historia de hoy.

Saludos cordiales, sean todos bienvenidos a mi blog. El nuevo relato que publicaré nadie me lo contó, no lo leí a través de ningún medio, lo viví en carne propia y ¡juro por Dios!, que fue uno de los momentos más duros y triste de mi vida.

Adrián es un adolescentes de 12 años, estudiante de segundo año de bachillerato en la Escuela Técnica Industrial San José Obrero, Fe y Alegría, Antimano. Un día común y corriente, Adrián se encontraba realizando actividades físicas con el profesor del área, él y sus compañeros seguían al pie de la letra las instrucciones del docente, repentinamente el joven manifiesta un pequeño dolor de cabeza pero, según su testimonio no le hace mucho caso, al parecer el dolor de cabeza se hacía cada vez más intenso, tanto que le tocó dirigirse hacia la secretaría del plantel para solicitar apoyo. Por costumbre y por seguridad de los estudiantes una de las normas institucional es llamar a los representantes cuando un estudiante se siente mal y amerita ser retirado del plantel.

La secretaria, una vez que recibe información sobre el estado de salud del joven se dirige a la coordinación donde yo me encontraba, me informa sobre el evento y con la misma celeridad voy a atender el caso. Veo al joven sentado en un mueble y le pregunto:

¿Cómo te sientes? - Con mucho dolor de cabeza.
¿Comiste? – Sí, pero lo hice muy temprano, cuando observo el reloj eran casi la una de la tarde.
¿A qué hora comiste Adrián? – Comí a las seis (6) profe, antes de venirme al liceo.
¿Qué comiste? Ya el joven parecía sin fuerzas para responder a la pregunta, con los ojos cerrados y lágrimas de dolor deslizándose por sus mejillas apenas logró decir: - Me comí una arepa.

Adrián trata de levantarse del mueble y en cuestiones de segundo se desploma, cae tendido en el piso, sus labios se palidecieron, comenzó a sudar pero sus manos eran heladas; la secretaria llama al profesor de Educación Física y entre los tres tratamos de auxiliar al muchacho; le echábamos aire, le frotábamos las manos para calentarlo un poco, colocamos alcohol en la nariz, se le tomó la tensión y efectivamente la tenía baja. La secretaria en su búsqueda desesperada llamó a un doctor y este recomendó darle un poquito de agua con sal y azúcar en iguales proporciones. Corrí a buscar el agua, los señores de la cantina me apoyaron en eso, corro de nuevo hacia donde se encuentra Adrián, se le da de tomar el agua y nada, continuaba desvanecido. Se opta por llamar a la madre para informarle y además solicitarle su presencia en el recinto escolar para llevar al joven al médico. Fueron muchos los intentos fallidos para comunicarnos con la madre, no había manera de hacer contacto con ella y mientras tanto, Adrián parecía empeorar.

ME SIENTO MAL, ME SIENTO MAL, GRITOS QUE LLEGARON AL ALMA

Después de no sé cuántos minutos transcurridos, la secretaria logró contactar a la madre a través de una vecina (madre de un compañerita de clase). La Sra sugería que por favor la esperáramos, decía tener una bebe recién nacida y no podía dejarla sola, tenía que buscar a alguien para que la cuidara; Adrián repetía con mucha insistencia ¡Me siento mal, me siento mal!, se le pidió a la señora que tomara prisa porque Adrián cada vez manifestaba más dolor de lo contrario tendríamos que sacarlo sin esperar que llegara a lo que ella insistía que se le esperara.

Continuamos animando a Adrián, se incorpora al espacio donde nos encontrábamos otro colega, luego otro y otro, uno de ellos sale corriendo para buscar un transporte para facilitar el traslado de Adrián y nada, no había transporte, nadie se ofrecía, ninguno podía hasta que apareció otro profesor, habilitó su carro y lo puso a disposición.

COMIENZA EL DRAMA, COMIENZAN LAS CULPAS

Siguió trascurriendo el tiempo, los segundos, los minutos los cuales para mi eran horas, días y meses. Adrián comienza a delirar, se volvía cada vez más inquieto, movía la cabeza de un lado al otro, gritaba ¡No veo, no veo!, se levantaba de golpe y realmente parecía no ver nada, hacía esfuerzos para agrandar sus ojos y nuevamente gritaba ¡No veo, no veo! De pronto, comienza con un palabreo en voz alta y desesperada:

-¡Perdóname mamá, perdóname! Comí muy temprano y me dijiste que no lo hiciera. Tenía hambre mamá, tenía mucha hambre porque anoche no comimos nada. Mi mamá es muy buena, ella deja de comer para darnos a nosotros, por favor no la llamen, no tiene con quien dejar a mi hermanita y está lloviendo. Esto no tuvo que haber pasado, si le hiciera caso a mi mamá esto no estaría pasando. Perdóname mamá, perdóname, no volveré a comer temprano, no tenía que haberme desmayado, perdóname.

Estas mismas palabras las repetía una y otra vez Adrián incluso, hasta cuando era traslado al hospital según me contaron los compañeros. Yo no tuve el valor de acompañarlos, el nivel de estrés en el que me encontraba era gigantesco, el tiempo se me hizo eterno, la tristeza, ganas de llora, la rabia, impotencia…, sincretizaron mis emociones a tal punto de ni siquiera poder describir qué cosas eran las que realmente sentía.

Adrián fue estabilizado en el hospital Miguel Pérez Carreño luego de haber sido peloteado de un lado a otro, le aplicaron una serie de exámenes y fue diagnosticado con desnutrición moderada y anemia, fue remitido a un oftalmólogo por la pérdida temporal de su visión además de otros chequeos especiales. Gracias a Dios el joven volvió a clase nuevamente animado, su madre agradeció todo el apoyo brindado y expuso abiertamente sobre su situación económica.

Continuamos hablando de vulneración de derechos, seguimos alzando nuestras voces para recordar a los gerentes de este país, Venezuela, que tienen deudas urgentes que saldar con nuestros niños, niñas y adolescentes entre ellas, garantizar su desarrollo PLENO. Ayer en #DomingoDeOración elevamos nuestra plegaria por los niños y niñas que padecen de tanto maltrato, por los que sufren enfermedades crónicas, por los que deambulan sin rumbos en las calles, por los que no se les respetó su derecho a la vida, por los mal nutridos y por los que hoy ríen de felicidad al lados de sus padres.

Gracias por leer y por ayudarme a difundir, gracias amigos lectores, gracias porque tan solo uno que lea, estoy segura me ayudará a multiplicar información y de uno en uno haremos miles de voces. Queremos niños y niñas felices, en la escuela, creciendo y desarrollándose a plenitud en cuerpo, alma y espíritu.

FUENTE

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