Pobre cuervo hambriento, ha sido un invierno duro, una primavera escasa y un verano muy seco.

Pobre cuervo hambriento, que lo que ha podido ha comido, siempre menospreciado por su mala fama de aprovechado.

Este cuervo flaco ya, con sus costillas a la vista, vuela sobre el campo intentando ver que encuentra para comer.

Pero ¡Oh! ¿Qué es eso que ven sus ojos?

¡Un maizal! Y justo a punto de ser cosechado.

Este joven cuervo no había visto jamás un campo entero sembrado de maíz.

El pobre cuervo hambriento recogió una pila de maíz y comió y se sació. Solo un montoncito de sobras dejó.

Una vez saciado recordó que tenía amigos que estaban tan flacos como él.

Voló y voló muy feliz, a contar que había hallado un maizal.

Y llegó no mucho tiempo después una bandada de cuervos al desprotegido maizal.

A decenas descendieron sobre el campo y no pasó mucho rato hasta que oyeron un rugir.

Las cosechadoras empezaron a retumbar interrumpiendo el festín y dando al saqueo un temprano fin.

No debemos, aunque pasemos por un momento difícil, aprovecharnos deshonestamente del trabajo duro de otra persona.

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