El experimento del doctor Strauss (1/3)

No es un laboratorio blanco, iluminado ni de los que huelen a detergentes. Es oscuro, sombrío, siniestro, como la misma mente de quien lo ocupa. El doctor Stephen Strauss huyó al Caribe de su Alemania natal al ser descubierto. Sus investigaciones buscaban la manipulación del ser humano, para hacerlo una especie de sonámbulo violento y muy peligroso. Un soldado obediente, sin trauma tras una guerra o un asesinato.

Hace tantos años que se instaló en el calor tropical que ya se acostumbró al clima, a la gente cálida y conversadora. Y los locales lo ven como un vecino más, aunque solitario y triste. “A mi me da lastima con ese pobre señor que tiene años viviendo solo”, se le oyó decir una vez a doña Margot, cuya casa está diagonal a la de Strauss.

Absorto en su trabajo, las cejas le han crecido libremente, dejándolas pobladas, raras y diabólicas, que no encajan con los hermosos ojos azules. La alimentación a base de harinas y grasas lo han vuelto un regordete, su piel parece de cerdo, con pequeñas escoriaciones, puntos rojos y pelos amarillos.

Tiene un ayudante. Un indigente joven al que llamó Dimitri, que le ayuda en la casa y, a veces, en sus experimentos. Lo rescató de la calle con paciencia, y tras unos meses se volvió fuerte, gracias a la comida que le daba el científico. Con el tiempo el indigente se adaptó a su nueva vida, comenzó a confiar en su nuevo compañero, al que veía como un hermano mayor, porque a su padre nunca quiso. Dimitri se crió con su madre, que lo golpeaba y ofendía en cada palabra que pronunciaba hacia él. Lo acusaba de destrozarle la vida.

Ya dócil, fuerte y lleno de confianza, Dimitri era el perfecto para los planes de Strauss, cuya fórmula misteriosa está casi lista.

Esta es la primera parte de una historia dividida en tres, inspirada por un trabajo universitario que realicé cuando estudié la licenciatura de Comunicación Social mención Audiovisual. A su vez, en aquel tiempo me inspiré en “El Gabinete del Doctor Caligari”, obra maestra del cine expresionista alemán. Las imágenes son las pocas que aún me quedan de aquella época, realizadas en formato 35mm.

Lee aquí la segunda parte de esta historia y aquí la tercera.