Hola, soy Adriana (otra vez, en otra de mis vidas)

“Yo es otro”, decía Rimbaud.
)
En esta vida que ahora comparto con ustedes es la verdad más diáfana.
Mi entorno me cuenta historias sin parar y yo escucho. Escribo para hablar y me callo para hablar. Dibujo para entender. Invento para vivir.

Siempre ha sido así.

Mi abuela era una gran contadora de historias. A su lado era dueña de otra realidad; una que abría portales luminosos hacia la aventura y las cosas que brillan contra un sol lejano.
Cada vez que se hablaba de riqueza, mi abuela se lamentaba del tesoro que perdió durante la peste: collares de oro de gruesas cadenas trenzadas, hermosas perlas iridiscentes engarzadas en manojitos de plata, esmeraldas de un verde diáfano, zafiros y unos zarcillos de oro que todavía conservaba colgados de sus orejas blanquísimas y arrugadas. Mostraba esos zarcillos como prueba indiscutible de la existencia ese tesoro, que crecía o mermaba según su distracción y rápidamente se recomponía cuando se percataba de que yo comenzaba a sacar cuentas, a recordar piezas faltantes; al instante abuela aclaraba que estaba hablando de solo uno de los cofres, porque en los otros había también copas de oro, un guardapelo de azogue y rubíes con un mechón de pelo rubio reseco pegado al fondo, con las iniciales S. P. Tal vez el recuerdo de una amante que quedó en España, esperando la vuelta de su enamorado, detenido fatalmente por la muerte en estas costas. O tal vez…

Mi abuela era Cherezada que me contaba su historia cuando yo creía que contaba la historia de otros. Mi abuela era Cherezada enseñándome a contar mi historia. Mi abuela era Cherezada con el telar de Penélope.
Les contaré una historia. Les volveré a contar una historia. Una historia que ha sido contada mil y una veces.

Pongan atención, ésta es una historia de amor.

El rey Chariar descubre que su esposa ha estado cometiendo adulterio con sus esclavos. Dañado en su orgullo y dignidad, decide darle muerte. Ordena su ejecución.
En adelante, el rey tomará a una joven virgen por esposa cada día y, al rayar el alba, ordenará ejecutarla para asegurarse de que no le será infiel.
Movida en su piedad ante tan horribles acontecimientos, Cherezada, la virtuosa y hermosa hija del visir persuade a su padre, con la promesa de que evitaría el nefasto destino de las otras esposas, para que la ofrezca en matrimonio al rey. Así acontece y Cherezada, luego de consumada la unión en su noche de bodas, dice al rey: “He llegado a saber, ¡oh rey afortunado!, que hubo...”. Esta será la primera noche.
Durante mil y una noches, Cherezada contará a su señor historias de gente que cuenta historias.
Historias humanas sobre el amor y la traición del amor, sobre el honor y los lances de honor.
La historia de un rey y la historia de un pescador temeroso del cielo.
La historia una mala mujer y la historia un joven virtuoso.
La historia de un genio y la historia de un poeta.
La historia de un tesoro y la historia de un ladrón.
La historia de Cherezada, hija del visir, quien contando esos cuentos salvó su cabeza por mil noches y una más.

Y tuvo una vida larga y feliz, y tuvo hijos y el reino fue librado de la furia de corazón roto del rey Chariar, su señor.