El poder de los inocentes

in #cervantes7 years ago (edited)

Esteeminianos, por estas fechas vale la pena recordar el poder de la inocencia.

Cuando menos hasta el siglo XIV se documenta la realización en iglesias católicas de una festividad religiosa popular llamada la Fiesta del Asno, como parte de lo que se conocía en la Edad Media como las libertades de diciembre.

Vinculada a la celebración del día de los Santos Inocentes, hacía, por una parte, un reconocimiento jocoso al asno que llevó en lomos a María hasta Belén y, por otro, una burla a la jerarquía eclesiástica y al clero. Se cuenta que el día de esta fiesta singular, con variantes según los lugares, el coro incluía a uno o más asnos que entraban en procesión ataviados con las ropas de altas dignidades eclesiásticas y que el sacerdote, al terminar la misa, despedía a los feligreses con tres potentes rebuznos que eran emulados por la concurrencia. Muestra de la risa popular que sabe, en su inocencia liberadora, ser acicate del juicio. Evocación de que la inocencia, como el asno que lleva a la madre de Jesús, puede ser el trono que soporta la salvación de la tierra; recordación de que lo que se pretende santo y bueno puede adoptar la otra cara de la inocencia, la ignorancia que rebuzna hacia la multitud y de la cual la multitud se hace eco. Ambivalencia que conviene no olvidar en nuestro tiempo presente, en nuestro aquí y ahora.

La Fiesta del Asno, como la de Los Locos, o la conmemoración del Día de los Inocentes, celebradas por fechas semejantes, eleva a la consideración del pueblo más llano el valor y el poder de la inocencia, pues si bien ésta es considerada positivamente por el común, caer por inocente no lo es ya tanto. Del mismo modo que quienes rebuznan haciendo coro a un jumento vestido de obispo, los que caen por inocentes son evidenciados en su carencia de prevención, en su falta de malicia, que, en la tierra de los avispados, es sinónimo de estupidez.

Tal asimilación no es nada inocente, por supuesto, ya que coloca en grado de inferioridad a quien es incapaz de prever maldad respecto de quien es capaz de hacerla. Se empareja, pues, despectivamente, el candor a la estupidez, y por fuerza, a quien tiene conocimiento de la maldad como superior. Inocentes son los niños, porque pueden ser engañados con facilidad; pero inocentes son también quienes sufren alguna discapacidad mental o quienes son idealistas y soñadores.

Y, sin duda, a los inocentes también se refería Arturo Uslar Pietri cuando acuñó entre las acepciones del término “pendejo” la del ciudadano honesto, por oposición al político “vivo” de la nefanda escena venezolana de finales de los ochenta, cuyos protagonistas, padres prolíficos, nos heredaron la estirpe presente, bien entendida en la importancia de saber vestir la piel del cordero. Un linaje que ya cumple su edad y aprendió muy bien el ejercicio del mimetismo como política: marcha al lado del pendejo asalariado, del pendejo damnificado que espera vivienda, del pendejo profesor universitario que trabaja por sueldos mezquinos, del pendejo estudiante que brega por un título mientras el reo recibe indemnizaciones, casi parece un pendejo más. Subestiman el poder de la inocencia.

Hoy, más que nunca, hay que recordar que la inocencia es poder generador de redención. La matanza de los inocentes de la hagiografía cristiana alegoriza, entre sus muchos sentidos, la imposibilidad de destruirla a fuerza de espada: sus voces volverán a levantarse contra los oídos de los verdugos. Un recordatorio del poder del cordero enfrentado al lobo. Especialmente para aquellos que visten pieles de oveja.


Fuentes de las imágenes:

  1. http://amberesrevista.com/la-fiesta-del-asno/
    2.http://eden-saga.com/en/cosmic-chaos-strain-year-changedt-terrestrial-ellipse.html
    3.https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Kerald_(Meister_des_Codex_Egberti)_001.jpg
    4.https://www.litscape.com/author/Aesop/The_Wolf_And_The_Lamb.html

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