Isabel llegó justo en el momento del entierro. Aquel viejo, al abuelo de Isabel le había llegado su tiempo perfecto. Era hora de su siembra, un momento duro y triste para la familia quien parecía quebrarse pero allí, mientras el féretro era bañado de tierra y adornado con hermosas rosas rojas, recordaron las palabras del abuelo: ”Cuando muera no me lloren…”

31 de diciembre, a solo segundos para que suenen las campanas anunciando el nuevo año. La familia Pérez, unida y tomada de las manos, con opresión en el pecho y emociones a flor de piel, esperan ansiosos las 12 campanadas. Justo en los cortos segundos recordaron las historias del abuelo Nicolás, su derroche de energía, su mensaje esperanzador cargado de positivismo y convertido en amuleto de la suerte. Frente a él, a su bello sobrero, la familia conmovida despidió al año viejo y también al viejo del año... Nicolás.