El faro de Eilean Mor - 1era. Parte (Inspirado en un hecho real)

in #castellano6 years ago (edited)





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Las hélices de un helicóptero mueven los verdes y abundantes pastos de la deshabitada isla de Eilean Mor, el aparato poco a poco aterriza en el pequeño helipuerto de la isla, dentro de él viajan cuatro hombres: el piloto Christian Moore, el copiloto John Thompson, el asistente Richard Collins y el ingeniero Andrés Martínez, este último de origen latino y que llegó hace dos años a Inglaterra a probar suerte, esta le ha sonreído, consiguió un trabajo como analista de software, además por su experiencia en el mar y en plataformas petroleras trabaja en el mantenimiento de faros de una importante contratista inglesa.

Esta vez Martínez fue asignado para actualizar el software del viejo faro de la isla Eilean Mor, el cual fue automatizado en 1971. La isla es la más grande de un grupo de siete llamadas las Islas Flannan, pero también conocidas por generaciones de marineros como los siete cazadores. Está ubicada en el Atlántico Norte en las Hébridas exteriores de Escocia, es la primera vez que Martínez va a ese faro.



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Cuando apagan el motor del helicóptero y sus hélices casi dejan de girar, Martínez se dispone a bajar pero es detenido por Moore.

—Oye Martínez, por favor no te vayas a tardar, —le dice el piloto al ingeniero con una voz algo nerviosa.

—Pero ¿sucede algo?, generalmente me tardo dos horas haciendo este trabajo, ustedes lo saben, —responde Martínez ente la inusual petición del piloto.

Luego el inquieto hombre mira a los dos encargados de volar el helicóptero con una mirada en espera de respuesta, a pesar de los cascos y los lentes oscuros de Moore y Thompson el joven ingeniero percibe cierta preocupación en ambos, se miran uno al otro y mueven la cabeza negando algún problema.

Una vez con los pies en tierra Martínez y su asistente Collins caminan hacia el faro,

—¿Collins por qué el piloto quiere que me apresure, sabes algo que yo desconozco?, —pregunta Martínez a su asistente mientras suben los abruptos escalones hacia la entrada del faro,

—no es nada, aquí la gente es muy supersticiosa, —responde Collins, —creen que esta isla está maldita.

Martínez suelta una ahogada sonrisa, él no cree en supersticiones pero no conoce esa isla, el ambiente del lugar es lúgubre y siente un frío seco que le entra a los huesos. Llega a la puerta de la casa del faro, la abre e inmediatamente se pone a trabajar; revisa y actualiza el programa que hace que el faro destelle su intensa luz dos veces cada treinta segundos, una luz equivalente a setecientas candelas que se puede observar a una distancia de treinta kilómetros a la redonda avisando a los barcos sobre su ubicación en el océano, y alertándolos del peligro de los escarpados acantilados que forman las rocosas islas.

Los mecanismos del faro son antiquísimos pero funcionan a la perfección, son estructuras con más de cien años y que han resistido a la furia de los elementos del mar. Al finalizar su tarea Martínez comienza a tomar fotografías del interior del faro, esto no es un procedimiento que se deba cumplir pero él siempre lo hace cada vez que visita un faro por primera vez.

—Hemos terminado Collins, lo hicimos antes de lo acostumbrado, salgamos a tomar algunas fotografías de los alrededores de la isla, —dice Martínez a su asistente mientras recogen todas sus herramientas y equipos.

Los dos hombres salen del faro y comienzan a caminar por el verde suelo y abruptos declives del terreno, a cierta distancia de la torre consiguen una capilla en ruinas,

—¡mira!, eso es lo que ha quedado de la capilla del obispo irlandés San Flannan, en su nombre bautizaron estas islas—dice Collins a Martínez mientras bajan por una pequeña pendiente dirigiéndose a las ruinas.

—¿Por qué dicen que estas islas están malditas, si tienen el nombre de un sacerdote? —Pregunta Martínez mientras se toma selfies frente a las ruinas.

—No lo sé, creo que la lógica no funciona en el folklore de estas regiones, o quizá le pusieron ese nombre para tratar de bendecir las islas, no lo sé. —Responde Collins mientras sonríe con un total desinterés sobre el tema—. Toquemos las ruinas, dicen que da buena suerte.

Repentinamente la conversación es interrumpida por el radio transmisor de Collins.

—Martínez, Collins, ¿ya terminaron?, apresúrense vámonos, —dice por la radio el piloto del helicóptero—, creo que se avecina una tormenta.

Los dos hombres comienzan a caminar hacia el helicóptero pero sin mucha prisa, súbitamente el viento cambia de dirección, entonces los dos hombres miran hacia arriba de la pendiente y sobre un peñasco observan algo extraño, lo que ven son tres pájaros negros muy grandes, estaban uno al lado del otro y parecían observarlos.

—¡Qué pájaros tan raros! —dice Martínez.

—Sí, se ven muy grandes para la distancia —replica Collins.

A medida que se acercan ven con asombro como los pájaros alzan sus negras alas, como si fueran a levantar el vuelo, pero en vez de eso comenzaron a transformarse en algo sin forma, luego parecían que tomaban apariencia humana bien definida, eran como sombras proyectadas en el aire y apoyadas sobre las rocas. La experiencia visual llenó de horror a los dos visitantes de la isla, Martínez y Collins corrieron hacia un lado de la pendiente tan rápido como podían, vieron el helicóptero que ya estaba con las hélices andando, el copiloto observaba como se aproximaban sus compañeros en forma desesperada.

—¿Qué sucede? —preguntó Thompson ayudando a sus cansados y nerviosos amigos a subirse al aparato.

Inmediatamente Moore accionó la palanca y comenzaron a subir rápidamente dejando la isla. En el trayecto Thompson seguía preguntando el porqué de la prisa en llegar al helicóptero, entonces Martínez le contó lo que aparentemente habían visto, Collins solo asentaba con la cabeza afirmando todo lo que relataba su compañero.

—Entonces es verdad, por eso no quería venir hoy a esa maldita isla, —dijo Moore gritando tan alto que el sonido de las hélices contra el viento no atenuó su voz.

—¿Pero qué rayos sucede?, por favor, ¿podrían explicarme?, —dijo Martínez con la misma intensidad.

Entonces Moore dijo que le contaría todo al llegar a tierra.

Al aterrizar a salvo en la base de control en tierra los cuatro hombres fueron a tomarse algo caliente, se sentaron y entonces Moore se sacó de debajo de su camisa una cadena que colgaba de su cuello y que tenía como alhaja un objeto pequeño y opaco, lo tomó con una mano y se lo mostró a los demás diciendo,

—¿Ven esto?, es un talismán, era de mi abuelo;

Moore hizo un silencio repentino mirando el mar por una gran ventana de cristal, como tratando de ver en lontananza el faro que habían dejado atrás, luego comenzó a contar una historia que Martínez nunca olvidaría.

Continuará ...

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Excelente relato mi amigo y colega @rnunez09, como ya nos tienes acostumbrado. Saludos.

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