Una muerte | Cuento (6 de 6)

in #castellano5 years ago

File:Edvard Munch - Moonlight (1893).jpg

Moonlight. Edvard Munch. Fuente

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Declaración de Salvador Ortiz:

Me encontraba en el Palacio de Gobierno esperando hablar con el gobernador por un asunto relacionado con el orden público; en mi condición de Jefe Civil había recibido quejas de ciudadanos responsables por los muchos borrachos que, hasta altas horas de la noche, alteran la tranquilidad de las calles, cuando llegó el ciudadano Manuel Tirado en solicitud del Juez de Instrucción y le informó que la señorita Verónica Blume se había suicidado en su casa de la calle Rivas. En compañía del Juez de Instrucción y de otros funcionarios me trasladé a dicha casa donde hallé a la señorita acostada en una cama, vestida con una bata azul, con un tiro en la región de la cabeza hacia la oreja derecha. Había al lado de ella un revólver nueve milímetros y su cañón apuntaba hacia donde se encontraba la herida. Algunos familiares llenaban la habitación y el teniente Centeno le sostenía la mano mientras agonizaba. Todas estas gentes conocidas mías y de los otros funcionarios; unos más y otros menos, pero en todo caso todos allí sabíamos quiénes éramos. Comprobamos que la señorita aún estaba viva. Al poco rato llegaron un par de médicos y comenzaron a desalojar a los presentes de la habitación. Allí mismo el señor Juez de Instrucción los nombró peritos examinadores. También comenzó el Juez los interrogatorios en la habitación que servía de comedor. Mientras los declarantes pasaban, uno a uno, a hablar con el Juez de Instrucción, yo me dediqué a preguntar por lo sucedido entre los numerosos curiosos apostados en el zaguán y en la entrada de la casa, lugares a los que continuaba llegando gente que parecía venir de todos lados de la ciudad.

Los suicidios siempre levantan este interés morboso y más cuando la víctima es miembro de una familia tan conocida y apreciada. Entonces, debido a los comentarios que circulaban en el momento, tanto dentro de la casa como fuera de ella, de que el que estaba en el interior de la vivienda y había salido corriendo poniéndose el saco era Jesús Aguirre, resolví detenerlo porque esa actitud me pareció sospechosa y debido a que me manifestaron los muchos curiosos que pululaban por el lugar que se iba para Cumanacoa. Me advirtieron que Jesús Aguirre se encontraba en la casa de Águeda de Blume en la calle Comercio.

Hacia allí me dirigí en compañía de un agente policial que se había venido conmigo desde la Casa de Gobierno. Antes de salir me comunicaron que la señorita Verónica acababa de morir sin recobrar el conocimiento. Se me hacía muy difícil creer que Jesús Aguirre tuviera algo que ver con la muerte de su hijastra, no porque lo conociera bien y tuviera buena opinión de su conducta, sino porque esto era algo nunca visto en la ciudad. En todos mis años como funcionario civil no había escuchado de un caso semejante, al menos entre la gente de bien, que entre la gente pobre cualquier cosa puede pasar. De hecho, las referencias que tenía del susodicho eran más bien malas, aunque ninguna de gravedad. Dos o tres denuncias por embriaguez y escándalo y, el año pasado, una pelea con su compadre Juan Coronado por el arrendamiento de unas tierras. Aguirre tiene fama de obstinado y altanero y mujeriego, pero esos son rasgos de casi todos los hacendados y no distinguen a nadie en particular.

Cuando llegué a la casa de la calle Comercio estaba la puerta cerrada, toqué y me abrió una muchacha de servicio. Al entrar vi en el comedor a Jesús Aguirre atisbando por una ventana en actitud nerviosa. Se encontraba con él Tadeo Blume. A este lo vi por primera vez ese día en la casa del suceso: estaba detrás de la cabeza de la señorita Blume, quien agonizaba, y el teniente Centeno le dijo que se saliera del cuarto porque era un vagabundo, palabras que me hicieron sospechar que algo más complicado que un lamentable suicidio estaba pasando en la infortunada familia. Ofreció darle un tiro y Tadeo se salió inmediatamente. Cuando fui a detener a Jesús Aguirre encontré a Tadeo Blume en la casa de Águeda de Blume, que es la misma de él ya que doña Águeda es su madre, y lo detuve por precaución. Cuando le comuniqué a Aguirre que estaba arrestado, se encogió de hombros sin decir nada. Luego, mientras íbamos hacia la comandancia de policía, dijo que era un hombre nervioso y por eso no había querido ver a su hijastra. Es rumor público desde el día del suceso que Jesús Aguirre es el autor del hecho, pero no es mi función creer o no creer ni decidir sobre la inocencia o la culpabilidad. Eso es asunto de los tribunales y los jueces.





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