Una muerte | Cuento (2 de 6)

in #castellano6 years ago

File:Thelma Leonor - www.No Mas -Dibujo-.JPG

Dibujo de Thelma Leonor Espinal, bajo licencia CC.

Fuente
 

2

Testimonio de Juana Calderón:

Me encontraba en la cocina comenzando a preparar el almuerzo. Ya había lavado los platos del desayuno. En eso llegó mi hijo Juan y me dijo: mamaíta, la niña Verónica está bañada en sangre. Ave María Purísima, dije, y solté lo que tenía entre las manos. Yo sabía desde hace días que algo malo iba a pasar, pero no sabía qué. Yo le creí inmediatamente a mi muchacho porque él no es de los que inventan, y menos una cosa tan fea. Entonces fui a la habitación de la niña y la encontré como dijo mi hijo, bañada en sangre, con un revólver sobre la almohada y la mano sobre el revólver; cuando entré al cuarto ya se encontraba en él la señorita Justa, tía de Verónica. Cuando iba para el cuarto vi a Jesús Aguirre en el corredor poniéndose el saco y dirigiéndose hacia la sala como para ir a la calle. No puedo decir nada más, porque no escuché ni vi nada. Sólo a la niña en su cama, y la sangre.

Ahora, que yo sabía que algo malo iba a pasar, es verdad. Eso se sentía en toda la casa desde hace días. Ni la señorita Justa ni el señor Jesús estaban de acuerdo con el matrimonio de la niña con el teniente Centeno. Su mamá sí, pobrecita, que no se entera de nada. Yo los escuché discutir hace como tres noches, no porque yo me pusiera a escuchar, sino que la gente habla sin preocuparse de los sirvientes como si uno fuera una silla y no tuviera orejas. Estaban peleando la señorita Verónica, la señorita Justa y el señor Jesús. A la señorita Justa le cae mal el teniente, le tiene antipatía porque sí, a lo mejor porque es andino y a ella no le gustan los andinos. El señor Jesús decía que a él no le daba confianza ese hombre, así lo llamó. Y la señorita Verónica se puso como una fiera. Ella era así, tranquila, tranquila, y de golpe se molestaba y se podía comer a cualquiera. Los ojos se le encendían. Le dijo al señor Jesús que lo que pasaba es que él quería seguir gobernando las haciendas a su gusto, y que cuando ella se casara y tuviera un marido que la representara recibiría la herencia que le dejó su papá que es la hacienda de Cumanacoa que vale más de un millón de bolívares. La señorita Justa le dijo que no fuera falta de respeto y desconsiderada, si no fuera por tu padrastro aquí presente hace tiempo que tú y tu madre estarían arruinadas, le dijo. Y bien que se lo ha sabido cobrar, le dijo Verónica y en la voz se le sentía el llanto de la rabia. El señor Jesús Aguirre se quedó callado.

 

Testimonio de María González:

Yo estaba allá afuera amontonado las hojas secas de las matas de mango y después sentí a la señorita Justa diciendo que la niña Verónica se había dado un tiro. No sé a quién se lo estaba diciendo; ella habló fuerte, cerca de la puerta del patio, junto a las matas de trinitarias y yo la escuché y por eso me vine adentro de la casa. Después entré al cuarto detrás del teniente Centeno y vi a la señorita Verónica acostada en la cama, vestida, y con unos ronquidos, sucia de sangre, con las manos puestas en el estómago; había un revolver encima de la almohada y un vaso medio lleno de agua. Me llevé un susto muy grande, yo nunca había visto algo así y no quiero volver a verlo. El teniente Centeno estaba muy pálido, como asustado, sería por la impresión. Se sentó en la cama y comenzó a acariciarle las manos a la niña. Cuando fui para el cuarto no vi al señor Jesús Aguirre por ninguna parte, aunque sí lo había visto antes, después del desayuno, acostado en una hamaca que está al final del corredor, cerca del comedor. Él, si no tenía ninguna diligencia que hacer fuera de la casa, siempre se acostaba allí a descansar luego del desayuno y a leer el periódico.

Aunque esté mal que lo diga, a mí no me gusta el señor Jesús Aguirre. Nunca se ha metido conmigo, pero no me gusta como se me queda viendo cuando paso por su lado. A veces me doy cuenta de que no está leyendo el periódico cuando se acuesta ahí junto al comedor, sino que me mira si voy de la cocina al patio o si vuelvo. Lo mismo con la señorita Verónica. Él siempre la estaba siguiendo con los ojos. Yo no quiero meterme en problemas. Yo trabajo aquí nada más desde hace un año y la verdad es que no sé nada. El revólver que tenía la señorita Verónica era el del señor Jesús; eso sí lo sé porque yo estaba en la sala limpiando y la señorita lo encontró y lo guardó en su cuarto. Al señor se le debe haber olvidado. Apenas llegaba a la casa lo ponía en una vitrina que está allí en la sala. Yo no sé qué buscaba la señorita, pero de golpe lo sacó y se echó a reír y se lo llevó para su cuarto. Eso fue en la noche, temprano, antes de su paseo con el teniente. Yo le conté a su tía Justa lo que había pasado y ella fue a hablar con Verónica. No consiguió que se lo diera porque salió con las manos vacías.


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Muy bueno, espero a ver como sigue, saludos.

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