La escuela venezolana en el siglo XIX

in #castellano6 years ago


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En la historia educativa de Venezuela en el siglo XIX e incluso hasta ya entrado el XX, hubo muchos esfuerzos en relación con la extensión de la enseñanza elemental dirigida toda la población. En vista del estado deplorable en que se encontraba la educación desde antes de la separación de Venezuela de la Gran Colombia en 1830 y luego de innumerables tropiezos a causa de las guerras y tumultos, para 1848 se establece en Venezuela la organización del programa de estudios en escuelas de niños y niñas.

Para los varones, las materias obligatorias en primaria son: principios generales de moral; lectura y escritura del idioma patrio, que consiste en elementos de gramática, lectura correcta y escritura, declamación y ejercicios de memoria; aritmética práctica; sistema métrico y compendio de la constitución federal; historia natural; historia patria; geografía; geometría, física; nociones generales de agricultura; higiene; música y ejercicios gimnásticos., religión cristiana, máximas de buena moral, principios de urbanidad y cortesía práctica.

El tiempo dedicado a la jornada de aula, en el caso de los niños y jóvenes, tanto en las escuelas como en los colegios, se cumple en dos turnos: mañana y tarde. Los niños asisten a las aulas desde las siete de la mañana hasta las doce, y en el turno de la tarde de tres a cinco. En algunos desde las cinco o seis de la mañana y otros cumplen jornadas monacales hasta las ocho de la noche. (Alcibíades, 2004). La enseñanza estaba a cargo del profesor principal, que por lo general era el director y tres ayudantes. Los padres o tutores que no enviasen a sus hijos a la escuela serían multados en cierta cantidad de dinero mensual por cada hijo que no enviasen a clase.

En contraste, para las niñas la situación es un poco diferente. Estas cumplen un horario más restringido, desde las diez de la mañana hasta las tres de la tarde, con una hora de receso, para el almuerzo. En esas épocas se consideraba que las mujeres eran seres escasos de entendimiento, por lo que había que tener ciertos comedimientos para con ellas. Las chiquillas debían desarrollar destrezas “propias de su sexo” en cuanto a la elaboración de todos los géneros de costuras y bordados, leer, escribir, religión cristiana, principios de urbanidad y las cuatro reglas de aritmética. En otras escuelas se incluía economía doméstica, el bordado, lavar seda y punto, dar colores, tejer medias y encajes.

Los sábados se enseñaba Urbanidad de siete a ocho de la mañana; de ocho a nueve Constitución Federal o Derechos y deberes naturales del hombre. De 12 a una de la tarde: nociones prácticas de gramática castellana. Receso: de una a una y quince. De una y 15 a 2 y 10, declamación y ejercicios de memoria. De 2 y 10 a 3 y 10, música, con solfeo y teoría musical. De 3 y 10 a 3 y 40 ejercicios gimnásticos. Los exámenes se presentaban todos los jueves. Las notas de los exámenes y trabajos de clase se elaboraban durante los momentos de receso: en la mañana de nueve a nueve y diez minutos y en la tarde de dos a dos y diez minutos. Durante la hora de música, los sábados, el profesor y los ayudantes recopilaban las notas del día y de la semana (Lemmo, M. 1976).

Después de 1870, en lo que respecta a la enseñanza del idioma patrio, en la escuela “Guzmán Blanco” se utilizaron libros como la Gramática castellana elemental para niños, de Gerónimo E. Blanco; la Gramática elemental de la lengua castellana, de José F. González y para los cursos más avanzados las Lecciones de ortografía castellana, de Jesús Muñoz Tébar. En una lista de útiles escolares que una escuela pidió a la Dirección Nacional figuran 27 cuadros al óleo para la enseñanza del alfabeto. También se hacía uso del Diccionario de galicismos de Rafael María Baralt, así como también la Aritmética de Domingo Faustino Sarmiento y el Sistema métrico decimal, de Jesús Muñoz Tébar. Había en existencia cuatro ejemplares de la Biblioteca de la juventud (Lemmo, A. op.cit: 38).

La lectura se aplicaba por medio de artículos y libros, entre ellos el Homenaje a Bolívar, de Antonio Leocadio Guzmán, escogido por la elocuencia, estilo y armonía en que estaba escrito. En otras escuelas se utilizaba para ejercitar a los alumnos en la lectura los Mensajes del presidente Antonio Guzmán Blanco y sus tres opúsculos denominados Última enfermedad; Últimos momentos y Funerales del Libertador Simón Bolívar. Para la enseñanza de la lectura y la gramática se servía del “sistema simultáneo” en el cual todos los niños tenían el libro abierto en la misma página y así seguir a un alumno que leía en voz alta. Los demás estudiantes tenían el deber de corregir las fallas de entonación, puntuación y otros errores.

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Para los niños, uno de los libros de texto obligatorio en el Colegio de la Independencia de Feliciano Montenegro Colón era la Geografía general para el uso de la juventud de Venezuela, impreso en cuatro tomos entre 1833 y 1837, que no tuvo mucha acogida entre las niños y jóvenes por lo denso y largo de los contenidos. En el caso de las niñas, si los volúmenes de Montenegro Colón resultaban excesivos para el entendimiento femenil, el libro Cartas sobre la educación del bello sexo por una señora americana, cuya autoría se mantenía en el anonimato como “una estadounidense”, era el preferido por las infantas, pues cumplía el cometido de aligerar el esfuerzo cognoscente de las colegialas y gracias a la simplicidad y la síntesis llevada al extremo, encuentra gratificación en las discípulas. Los exámenes que se practicaban en esos establecimientos para la educación de las niñas se limitaban a la demostración de rápidos conocimientos sobre las materias contempladas en el programa (Alcibíades, op. cit).

Castigos Corporales

Un aspecto que no se puede descuidar es con respecto a los castigos corporales. En cuanto al ensañamiento físico contra los educandos, eran los órganos oficiales quienes se ocupaban del asunto, al dictaminar en ordenanzas, resoluciones y acuerdos la abolición en las escuelas de los castigos crueles y excesivos. Tanto niños como niñas no estuvieron exentos a sufrir penalidades físicas y aun padecer terribles castigos. En las escuelas para niños y niñas se reglamentó sobre este asunto, pero los directores de cada escuela o colegio tenían sus propios pareceres sobre el asunto a la hora de mencionar los temibles golpes de palmeta, sobre todo en los niños.

Letra con sangre entra

De acuerdo con la costumbre, el maestro mantiene colgando de un clavo, el látigo de cuero retorcido, temido auxiliar de las labores docentes. Los preceptores podían corregir a sus discípulos con el uso de la palmeta hasta cuatro golpes en cada acto de indisciplina, así como también apelar al ayuno o la detención, quedando al buen juicio del mentor la corrección que debía aplicar según fuera mayor o menor la gravedad de la falta.

La Asamblea Departamental de Barquisimeto por resolución del 28 de abril de 1864 valida la ley de la palmeta, en consonancia con el viejo adagio de que la letra con sangre entra, para corregir las faltas cometidas por los escolares:

“Art. 1° Las faltas de la juventud estudiosa en el cumplimiento de las materias que son objeto de la enseñanza, serán corregidas con palmeta. Las reincidencias y el poco amor al estudio serán juzgadas por el director, quien aplicará el castigo que crea conducente usando de aquellos que a su juicio sean eficaces imponiendo al alumno prisión en un cuarto oscuro o detención hasta que de su cumplido.

Art.2° Las faltas graves provenientes de insubordinación, palabras obscenas, arranques de soberbia, ademanes groseros e indecentes, serán castigados por el director severamente haciendo uso en este caso, de la disciplina”.

(Fernández, R. 1981: 23-24).

De modo pues que la formación de los infantes no abarcaba solamente a los niños sino también a las niñas y se crearon programas de instrucción pública en beneficio de ambos con el loable propósito de enseñar a leer, escribir, contar, coser, gramática española, ortografía, historia, geografía, uso de los mapas y globos terráqueos, historia y mitología. Sin embargo, en las diputaciones provinciales el proceso orientado a fomentar la fundación de escuelas, el desarrollo fue en realidad muy lento y muchas veces con esfuerzos desalentadores.

REFERENCIAS
Alcibíades, M. (2004). La heroica aventura de construir una república. Familia nación en el ochocientos venezolano (1830-1865). Caracas: Monte Ávila.

Lemmo, A. (1976).La educación en Venezuela en 1870. 2ª. Ed. Caracas: UCV.

Fernández Heres, R. (1981).Memoria de cien años. Caracas: Ministerio de Educación.

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Se nota una gran evolución en la educación aunque hay ciertas cosas que me gustaría que volvieran de ese siglo.

Excelente post. Ojalá se retomara la Urbanidad y las buenas costumbres.

Interesante post, profesor Garmendia. Me hizo recordar que una vez tuve en mis manos un libro de principios del siglo XX que se editó en Maracaibo y que está dedicado a la formación ciudadana, algo así como una versión del Manual de urbanidad de Carreño.
Creí yo hasta que vi ese libro, que el texto de Carreño era el único en el país, dada su fama internacional. En Venezuela y Colombia, su estudio era una obligación, sobre todo para las llamadas familias de bien.
Saludos.

Han cambiado desde las preferencias bibliograficas hasta las catedras impartidas

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