La pantalla translucida distorsionaba todo, pero, aun así, podía verla del otro lado y sus gestos transmitían la misma perplejidad y desesperación que yo sentía en ese momento.

Lo último que recuerdo es el estruendo... Seguido del temblor.

Una sensación fría, como el infierno, fría, como el café viejo. Desagradable, profundamente desagradable... Una sensación que deseas que no existiera.

Comencé a caminar, alejándome. Aunque hacia buen tiempo, algo faltaba en el ambiente, pareciera que todo alrededor estaba tamizado, los sonidos no eran tan nítidos, los detalles parecían perderse... faltaba profundidad.

Faltaba geometría natural perfecta, los colores no tenían ese brillo natural que hace vibrar un día como este.

¿Pero tenía alguna otra opción que seguir? De que servía detenerse a pensar, si se podía avanzar y meditar al mismo tiempo, en la soledad de ese frio parque de invierno, donde el rio con una fina capa de hielo cubriendo su superficie continuaba su recorrido indetenible.

La dualidad no parecía real, Ella sentía que no existía una barrera, sin embargo, todo parecía estar a la inversa.

De regreso a casa bajo las calles aun solitarias me preguntaba a mí mismo, pues no sabía determinar si había neblina en el ambiente o era esa falta de vibrancia general que percibía, aunque en ese momento aun no lograba determinar.

Y al pensar en el rio, en la tranquilidad y soledad a esas horas de la madrugada, recordé aquella vez en la pradera, aquella vez en la que creyéndose sola en medio de la nada se quitó el vestido y comenzó a correr, desnuda y libre. ¡Alegre!

Haciendo vueltas de carnero en ese entorno tan brillante y... -. Pero ¿cómo lograba recordar esto? ...Estaba convencido de que era un recuerdo; pero...

¡No lo era!

Y al pasar delante de una vitrina apagada los reflejos en el vidrio lo transportaron de nuevo a verla a través de esa pantalla translucida.

Y se preguntaba ¿cómo sería? ...Y no sabía responderse. Ya no era el momento de las frutas y de las sensaciones, estaba de regreso en la versión apagada, en la versión donde las preocupaciones eran más serias y apremiantes.

Un dolor de cabeza la taladraba, solo de pensar en tener que ir a comprar aspirinas hacía que el dolor se agudizara. No veía bien.

Fue allí, delante de esa vitrina volvió el dolor, una punzada en la sien... Y del entorno desapareció la acera y se transformó en la pradera...

Verde de humedad, de lluvias generosas y días largos con el sol iluminando de sombras y colores los arbustos y el bosque lejano y en el centro Ellad nuevo, parada de manos esta vez y aunque estaba lejos podía ver su sonrisa, una sonrisa de atrevimiento y de seguridad al mismo tiempo.

Podía verla tan claramente, cada detalle de su rostro, iluminado por esa sensación de plenitud que le sonsacaba toda su inocencia y esa rebeldía sana, una muestra de la alegría que atesoraba porque no le quedaba mucha.

Y, sobre todo, esa poca que tenía, la dejaba salir solo en los momentos en los que se sentía en total seguridad.

El dolor paso, la imagen desapareció de su mente tan fugazmente como llego, estaba de nuevo en ese entorno donde todo perdía nitidez al alejarse un poco.

Y masticando la incoherencia de la claridad con la que vio su rosto tan lejos, contra la falta de nitidez a su alrededor; siguió caminando y por alguna razón comprendió que al interpolar las diferentes problemáticas de dos realidades tan distintas sería egoísta no pretender ser ambos egoístas, porque para cada uno...

Fin de la segunda parte | Lee la primera aqui: tu bella historia