El inútil
Los honorables caballeros hablaban mezquinos a sus oídos, las manos ocultaban sus modulaciones mientras la audiencia esperaba eufórica en el balcón clavando sus miradas de desprecios sobre mis hombros. Hubiera sido preferible llamar a descanso, a torturar sus alma en la forma como discutían mi final. Una foto de mi amo, en uno de sus peores días, colgaba del bastidor improvisado, evidencia propuesta por los acusantes, quienes en círculo se alegraban de su victoria. Ya no podía hacer nada, la fatalidad se avecinaba sin más que sentarme a esperar. Defenderme, ya era tarde, al parecer alguien había desconectado el sistema de sonido y mis manos no lograban hacer señas pues el electroimán las neutralizaba eficientemente. Todos guardaron silencio cuando los honorables caballeros miraron al frente en señal de decisión. Los acusantes calentaban sus piernas para celebrar. -Culpable-. El fuerte golpeteo del mallete reclamando orden averió mis circuitos, ya todo había terminado. Ahora me encuentro en el asteroide BAS74, lugar en dónde están todos los que no cumplen con las necesidades humanas.
Leopoldo Rosales