La Historia de las Religiones, rama que estudia, de manera comparada o no, el conjunto de religiones, creencias, mitos y ritos de la humanidad, describe el proceso por el cual, a partir de una forma, y con la adquisición de un nombre, se conforma el poder sagrado.

La idea general de la figura divina, concebida y expresada literalmente como un ser supremo, es la representación histórica fundamental de la mayoría de los credos religiosos, en la visión occidental. Con ello se entiende la creencia en un ser que domina sobre la vida y la muerte, sobre el destino de los hombres, por sobre las fuerzas naturales.

Desde el punto de vista de la psicología, la atribución del nombre de Dios define la fase en la que el hombre pasa del vislumbre de un ser poderoso, que podía ser magnífico o benéfico, a la concepción de una forma que permite que se inicie la función motivadora y ritual. Las personas religiosas usan las invocaciones como un mecanismo que permite rendir homenaje o agradecer, por la correspondencia, a los ruegos que se formulan.

De esta manera, las personas utilizan la imagen de Dios, en términos de invocación, para solicitar protección, como una referencia para la propia conducta, como una representación de la propia fe, como un generador de vida, como un lenitivo para soledad, como un ser que proporciona perdón y que recibe agradecimientos.

He encontrado en mi investigación, que, con respecto al uso que se hace de la imagen de Dios, la mayoría de las personas la asumen como un mecanismo para la invocación, asociado a ello aparece la necesidad de protección. Las personas lo expresan de la siguiente manera:

“Sinceramente el uso que hago y que muchos hacen es el de pedirle un favor cuando más lo necesitamos, ya que Él todo lo puede”

En esta respuesta encontramos la creencia, expresada desde la propia idea y desde la apreciación de los otros, acerca de dos de las cualidades divinas que más destacan en la experiencia; la condición todopoderosa y la bondad de Dios.

En la imagen de Dios como un ser supremo también hallamos asociada la idea de que es un generador de vida, tal como lo muestra el psicoanálisis, haciéndolo devenir de la representación de la imagen del padre, según la idea de Freud, también de Jung, quien lo concibe como un arquetipo. A este padre se le asignan funciones de procreación y protección de la familia. Una imagen del poder que puede favorecer, también castigar.

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Uno de nuestros encuestados describió su imagen de Dios emparentándolo con su característica relativa al poder sagrado, y asimilándolo a su cotidianidad, cuando dice sencillamente que se lo representa “como mi jefe”.

La sencillez de la declaración no hace sino reafirmar la imagen generalizada de un Dios que está por encima de toda intención en el quehacer humano y que aparece en múltiples representaciones como el soberano poderoso del que se espera compañía, modelaje de vida, guía y recompensas.

Al lado de la idea de Dios como un ser supremo aparecen contenidos discursivos que tienden a representarlo en idénticos términos a los descritos en nuestra referencia mítica más importante.

“Como un ser maravilloso y milagroso”
“Como el creador de la tierra”
“Como un ser que todo lo puede”
“El ser que nos dio la vida”
“El todopoderoso”
“Una fuerza universal, un todo”
“Grandioso e iluminado”
“Como un ser maravilloso que fue capaz de crear a su imagen y semejanza”
“El padre del mundo, Padre y creador de la vida, infinita salvación, vida eterna, única verdad”

Wilhelm Pöll, en su libro Psicología de la religión, entrega una idea de Dios, lograda desde los relatos y menciones de la Biblia. que concuerda con las descripciones, en las vivencias religiosas, de nuestros entrevistados. En esta descripción aparece, en primer lugar, su carácter de ser único e incondicionado, en relación con lo creado; después su capacidad omnipotente:

Su brazo no es nunca tan corto que no alcance a salvar, ni sus oídos tan sordos que no pueda oír.

Estos rasgos esenciales los compartan los creyentes en nuestra investigación.

Hemos hallado en nuestro estudio una variedad de respuestas que pueden desagregarse, buscando diferentes intenciones de descripción, pero encontramos que en sentido estricto la mayoría de las respuestas concuerdan con la imagen bíblica de Dios que hemos podido resumir a partir del estudio de Pöll. Las respuestas de los informantes se entienden como un resultado de la mediación de lo cultural, en este caso lo histórico religioso, en las respuestas específicas de los individuos.

Sucede lo mismo con el tipo de respuestas en las que se le adjudica a la imagen de Dios características antropomórficas, de acuerdo al discurso social construido a partir del Génesis, según el cual Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. El tipo de respuesta mas encontrado en nuestra investigación concuerda en la idea de identificar la figura divina con características humanas.

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De esta manera para un grupo de las personas, que respondieron la pregunta de cómo describiría a Dios, éste es, en su representación, una persona:

“Como una de las personas más generosas del mundo y como un salvador”
“Como a una persona que se preocupa por los demás; debido a que sacrificó su vida por nosotros.”
“Como a una persona humilde, bondadosa, muy bondadosa.”
“Como la persona que se sacrificó por todos los seres humanos.”

Otros sujetos refieren una imagen de Dios en donde se le entiende, a la vez que de género masculino, con características físicas y psicológicas específicas:

“Lo asemejo a un hombre como lo pintan en los cuadros.”
"Como un hombre divino.”
“Un señor de buenos pensamientos acciones positivas.”
“Dios es un hombre, bondadoso y bueno de corazón.”
“es un hombre esplendido que nos ayuda a tener confianza y voluntad.”
“Grande, barbudo, buena gente, milagroso.”
“Un hombre grande, ojos piadosos, manos grandes y muy hermoso”

El atributo que con mayor frecuencia se le adjudica a la imagen de Dios, la bondad, aparece también en estas respuestas, pero lo llamativo de ellas es la certeza acerca de las características físicas. Para estos encuestados Dios comparte con los hombres las mismas formas.

La de nuestros sujetos no es una representación nueva. Laura Rubio estudia las imágenes antropomórficas trabajadas por Bartolomé Ánglico en El libro de las Propiedades de las Cosas el cual apareció en versión castellana en 1494. La académica nos detalla cómo el religioso, quien se dedicó a explicar qué cosa es Dios, llega a la misma representación que nuestros encuestados:

“De manera que Dios posee, según la Santa Escritura, Juan Damaceno y Bartolomé Ánglico, ojos, párpados, vista, oído y orejas para escuchar nuestras oraciones como cuando nosotros nos mostramos misericordiosos y escuchamos con atención a quienes nos ruegan. Tiene labios y encías para espirar; garganta y gusto por el que se deleita con obras justas; nariz y olfato y, además, desprende suavísimo olor. Para continuar el retrato, se nos dice que la efigie o cara divina manifiesta y refleja la divina palabra de la misma forma en que el rostro humano nos identifica. Nos imaginamos a este Ser Supremo con manos y brazos, con las que realiza sus obras e, incluso, utilizando la mano diestra para jurar, como era costumbre en la Edad Media. Tiene pies con los que camina para socorrer a los pobres e indigentes; pecho y corazón para recordar, en precioso uso etimológico del término. Su divino vientre y sus entrañas encierran misericordia, piedad y compasión. A veces duerme, afortunadamente para nosotros, pues este sueño parece aplacar su justa ira: “E dizen tanbien que duerme algu-/nas vezes y que se olvida por la disimulaçion / de las injurias & retardaçion de vengança”.”

La autora encontró otros mecanismos por los cuales Dios asume una forma antropomórfica, estos tienen que ver con la manera como se entiende el accionar divino.

“Su actitud aparece humanizada mediante verbos: “ama con los humanos la humana compañía” y acciones meliorativas de la condición mortal: “Es estable y da a los laxos y enfermos firmeza, es seguro que en ninguna manera ha en si sucesiva mutación”

Encontramos sintonía con relatos producidos, seis siglos después, por nuestros encuestados:

“Como un ser maravilloso que tuvo la gran misericordia de mandar a su hijo a morir por mi, para darme salvación.”
“Como un ser capaz de escuchar, ayudar y perdonar”
“Es bueno porque siempre está con nosotros en las cosas que hacemos a diario y nos bendice siempre en cada paso que damos.”
“Lo mas bello de este mundo, lo máximo porque nos ama tal como somos”
“Único, imparcial, justo, creyente de las personas y de su bondad”

También tienen un correlato antropomórfico algunas atribuciones que describen rasgos de carácter psicológico que tienen que ver con el orden, la justicia y las acciones de tutelaje y de auxilio que tienen que ver con el poder divino.

“Como un ser bondadoso igualitario, justo, honesto”
“Un ser único, maravilloso, incapaz de hacerle daño a nadie”
“Como el ser mas noble y puro del universo, mi mejor amigo.”

Estas características; la bondad, lo igualitario, lo justo, lo noble y lo puro evocan las funciones de legislador y juez que son funciones consideradas sagradas, aún en el caso del pensamiento secular.

La descripción de Dios como un ser único y maravilloso establece la distancia que existe entre la deidad y el mundo humano y permite expresar la tensión entre los dos polos de la relación, tal como es descrita por los autores de la Historia de las religiones.

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Sabemos que las representaciones sociales y los pensamientos que aparecen en determinadas vivencias individuales obedecen a particulares situaciones de convivencia cultural.

Las imágenes de Dios que hemos presentado nacen de una profunda raigambre cultural y se han transmitido una y otra vez a lo largo de la cultura cristiana y occidental.

Materiales expresamente citados en este post:

Rubio Moreno,Laura. Las imágenes antropomórficas en el léxico teológico del libro de las propiedades de las cosas, de Bartolomé Ánglico, y su reflejo en los diccionarios del español actual.
Material disponible en: http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/scclng/01372753188026319425802/031283.pdf

Pöll, Wilhelm: Psicología de la religión, Editorial Herder, Barcelona, 1969.