La formación del niño y del adolescente a la luz de la actividad escolar tiene que ver con numerosísimas cuestiones, pero una de las más importantes sin duda alguna es el proceso en virtud del cual va estableciéndose a través del tiempo en las mentes de éstos, el sentido de las lógicas. Una lógica es una disciplina de pensamiento (y signo) para comprender la realidad objetiva (y también para comprender el movimiento del pensamiento mismo). Es que la realidad no se muestra a los sentidos tal como es, espontáneamente. Es en buena medida, arisca. Para comprenderla se hace necesario implementar en la mente un mecanismo, unas reglas disciplinarias de juego, un modo conforme al cual pueda el conocimiento moverse de manera tal que reproduzca en abstracto, la realidad tal como es.

El sentido de la lógica, como se puede advertir, resulta harto importante en la formación sistemática que el niño y el adolescente desarrollan a instancias de la acción escolar. Es básica para todo lo demás.

Se piensa, y con razón, que inscrita en ello está la matemática. De ahí que no haya nación en el mundo que no incluya esta materia en la escuela primaria y en la escuela secundaria. Cuando hace años Luis Alberto Machado (venezolano, 1932-2016) hace público el planteamiento teórico de que la inteligencia se puede aprender, no pocas naciones toman seriamente el asunto, y con reparos y adaptaciones lo vuelcan a sus sistemas instruccionales. Y es perfectamente explicable tal valoración toda vez que esa teoría se fundamenta en la preponderancia de la formación lógica en el proceso de conformación de la personalidad del niño y el adolescente.

Pero nada más útil para que el educando desarrolle la lógica en su pensamiento que la formación que éste ha de recibir en la escuela en materia del lenguaje. Sí, del lenguaje. El aprendizaje de la lengua materna, su gramática, sus reglas de ordenamiento interno, sus líneas de manifestación escrita y oral, todo ello, constituye la batuta, la brújula, el hilo conductor de primera línea para que nuestros niños y jóvenes se hagan de la fértil herramienta de la lógica en plan de que se apropien cognitivamente, de lo real (y hagan las conscientes transformaciones prácticas).

Es que es en el lenguaje donde hay que centrar la mayor atención en la formación del niño y el adolescente. Es la apoyatura sobre cuyo cuerpo ha de montarse la formación lógica. Para tan magna y digna empresa social, necesario es contar con maestros que registren significativa solidez cultural en cuanto al lenguaje.