La triste historia de un niño en la dictadura de Gómez

Antoñito nació en Quenepe, Estado Vargas donde se encuentran los famosos manantiales de agua potable, el 31 de Octubre de 1924...

Fue presentado en Maiquetía, como hijo legitimo de Antonio Ramón García Rodríguez, de 24 años, venezolano, de profesión comerciante, hijo de Francisco Ignacio García Conde y Doña Petra Rodríguez de García.

Su madre fue María de Jesús Guanchez Bauter Bello (Jesusita, como le llamaban de cariño), venezolana, ama de casa, de 18 años. Hija Dámaso Guanchez y Tomasa Bauter Bello de Guanchez.

A los tres años, quedó huérfano de padre, pues Antonio Ramón García estaba en contra del régimen de Juan Vicente Gómez, como casi todos los jóvenes de esa época, por lo que, fue apresado y lo llevaron a trabajar a la carretera trasandina, en el sitio llamado Palenque, con grilletes en los tobillos.

La mala alimentación y el maltrato al que fue sometido, hacen que se enferme, y un día es obligado a marchar frente a Gómez, para inaugurar la carretera, a lo cual él se negó, porque no tenía fuerzas y además no quería rebajarse frente a ese tirano que le apartó de su familia, del amor de su joven esposa y su pequeño hijo... ese tirano, que sin piedad le robó su vida, el presente y la esperanza.

El jefe de la prisión le dijo que si no obedecía lo mataría allí mismo; entonces, el se abrió la camisa y descubriéndose el pecho, exclama...:

¡Prefiero morir antes que rendirle pleitesía a ese C... de madre de Gómez!

Allí quedó tendido, pues lo mataron de un tiro en el pecho y nunca se supo que hicieron con su cadáver, como tantos presos políticos que desaparecieron en la dictadura Gomecista, formando parte de ese largo silencio.

Era un joven de 28 años.

Esto fue narrado por un compañero preso que logró sobrevivir después de la muerte de Gómez, y que cumpliendo la promesa que todos se habían hecho, que el que lograra salir con vida, buscaría a sus familiares y les narraría lo que allí sucedió.

Antoñito era un niñito de 3 años cuando muere su padre y a los pocoa años, se vuelve a casar su madre y tuvo una niña llamada Purita. Se marcha a España con su esposo para conocer a la familia. Deja a Antoñito con sus abuelos maternos. Y estando en España estalla la guerra civil y ellos mueren…, se dice que Jesusita, murió de tuberculosis y su pequeña hija quedó en manos de las monjas, como tantos niños pequeños que quedaron desamparados, huérfanos de Guerra.

Ahora Antoñito, es doblemente huérfano y se cría con el abuelo Dámaso Guanchez y abuelita Tomasa. Antoñito lo llamaba papá, pues fue el único padre que conoció y recibió todo el cariño y el amor de la abuelita Tomasa. Pero un día la abuelita se marcha de la casa, pues la relación con el abuelo Dámaso se le hace insostenible y se va a vivir con su hija Juanita, y el niño queda al cuidado de la madre de Dámaso que se traslada a la casa de su hijo. Ella fue muy buena con Antoñito y le enseño a leer y a escribir y a sacar cuentas.

Dámaso tenía una “querida” a la que llamaban “la pata de Cachimbo” por su forma al caminar” y la llevaó a vivir con el.

La abuela paterna se marchó y el niño quedó en manos de esa especie de madrastra que lo maltrataba.

Un día pasaó el prefecto por el mercado y le ordenó a Dámaso que mandara al niño a la escuela. El abuelo lo inscribe, y lo colocan en 1° grado, donde se consigue con su primo, quien es querido por sus padres, lleno de atenciones y afecto. Y Antoñito, quien era huérfano, que había sido abandonado por su madre y que ahora estaba en manos de una mujer que le pegaba y lo trataba como un sirviente, al contrario del abuelo que nunca lo maltrato, pero lo ponía a trabajar con el, pues fue la vida que el conoció y le parecía normal.

Que poco le dura su condición de escolar, el compartir los juegos con sus compañeros en los recreos, con su primo y todo ese mundo que le habían arrebatado.

Ahí termina de aprender la escritura, la suma, resta y multiplicación. Lamentablemente dura poco, porque el abuelo lo requiere en el trabajo, para que lo ayude. Con tristeza tiene que dejar ese mundo infantil al que pertenecía por derecho.

Antoñito, de tan solo 8 años de edad, empieza a trabajar en el mercado desde las 4am. hasta las 7am. En ese mercado, paraba sus labores para ir a desayunar a la casa, y limpiar el suelo del gallinero con las cenizas del fogón; no podía perder el tiempo, pues debía terminar rápido para llevarle el desayuno al abuelo. Luego se quedaba trabajando. A mediodía iba almorzar y regresaba rápido, luego el abuelo se iba para la casa y allí se quedaba. Este pequeño niño a esa edad era el encargado del negocio por las tardes hasta que lo cerraba a las 6.p.m.

Luego se iba para la casa, comía, fregaba la ruma de corotos del día, limpiaba la cocina, recogía las cenizas de los fogones para echárselo al piso del gallinero al día siguiente… así se limpiaba las cacas de las gallinas. Luego de esto, se bañaba y se acostaba.

Los sábados a la una de la madrugada, el abuelo y el salían de Pariata caminando lo que era un largo trecho. Dámaso dejaba a su nieto a que esperara a los arrieros en el Cojo llamado Monagas. Eso quedaba donde hoy día está El Seguro Social de La Guaira. Antoñito lo esperaba sentadito en el piso, abrazado a sus rodillas. Como a las 3 de la madrugada envueltos en aquella bruma, bajaban los arrieros de Galipán con sus mulas cargadas de verduras y hortalizas. El negociaba la mercancía que era colocada en los sacos que el abuelo le había hecho entrega y se dirigían en mula hasta el mercado de la Guaira, que quedaba a unas cuadras donde lo esperaba el abuelo. Éste, contrataba un camioncito que le llevaba la mercancía a Maiquetía, a dos casas de la Iglesia de San Sebastián, esquina de Navarrete, en donde tenía una bodega con el puesto de verduras.

Un tiempo después, cuando se enferma el abuelo Dámaso de tuberculosis, le aconsejan que venga a vivir a Caracas y se mudan a La Pastora, en la zona alta llamado El Polvorín, que era un sitio muy frío. El era el mandadero; cargaba las latas de agua para la casa, hacia las compras y pare de contar.

El abuelo muere el 3 de Octubre de 1.935. Al desaparecer éste, la “querida” lo empieza a maltratar y Antoñito se revela. La Pata de Cachimbo (como así la llamaban) lo bota de la casa y lo manda con un vecino a casa de su abuela paterna, Doña Petra de García, que vivía en San Juan, acompañado de una carta donde le escribía horrores de Antoñito. Cuando llegan, la abuela Petra no está, y el la tiene que espera sentadito en la acera con mucha angustia y su bojotico de ropas. Ella se sorprendió cuando lo vió; leyó la carta, y le dijo:

¡Mijo, no creo nada de lo que aquí se dice!.. Ud. es mi nieto el hijo de mi querido difunto, Antonio Ramón. Desde ahora su abuelita se encargará de cuidarlo y hacer de Ud. un hombre de bien.

La vida le cambia, la abuela lo pone a estudiar y retoma su infancia perdida, rodeado del afecto de su abuelita y su tío Luis. Al tiempo, viene un abogado para decirle que el abuelo Dámaso le ha dejado Bs.5.000 de herencia. La abuela le compra una casita con ese dinero, pues en esa época era una suma considerable.

En su casa vivió, hasta después de casado con la mujer que se casó, pero la convivencia entre ellos, se hizo insostenible. Al divorciarse les dejó la casa a sus dos hijos. Y dicen que ella influenció a los niños en contra de su padre quien nunca dejó de pasarle su pensión alimenticia. Hace poco tiempo ella murió. Nunca sabremos si alguna vez, les dijo la verdad.
Años después su generosidad y sus sufrimientos fueron recompensados…. cuando, pasa el tiempo y en una fiesta de fin de año para los empleados de Eugenio Mendoza, en la que papi nos llevó a sus cuatro hijas, conoce a su actual esposa... Aída Sumoza, fue un amor a primera vista, Antoñito se acerco a nuestra mesa para presentárnosla, recuerdo la cara de ellos radiantes de felicidad. Ella es una mujer maravillosa...Tienen cuatro hijos. Edmundo, Aída, Francisco Antonio y Alicia.

Ya de adulto, uno de sus dos hijos de su primer matrimonio, quiso hacer contacto con él y conocer la otra cara de la moneda. El más pequeño de ese matrimonio, nunca quiso escucharle y eso, le llenaba de dolor pero el entendía que quizás había estado influenciado en su contra y que, eso era algo que le tocaba vivir y que aunque le doliera, tenía que aceptar que ese otro hijo, no le quería.

Antoñito fue un hombre que nunca le tuvo miedo al trabajo, pues desde pequeño fue la vida que el conoció. Su primer empleo lo realiza en la empresa de Eugenio Mendoza, recomendado por papi. El trabajaba en el día y estudiaba por las noches contaduría, se gradúa con excelentes notas. En la empresa va escalando de posición. Paralelamente, se hace masón e historiador, ya que su avidez por aprender, su hambre de conocimiento, le hacen leer diariamente la enciclopedia, leer tanto historia y geografía de Venezuela y Universal.

Con el tiempo se retira de su empleo con los Mendoza y compra una ferretería. Después con los años quiere hacer una vida sin presiones, y dejar de correr. Aconsejado y ayudado por su esposa Aida, decide estudiar mecánica dental y monta su tallercito en su casa, y le fue muy bien.

El 29 de diciembre del 2008, a la 4,1/2 de la tarde, muere Antoñito de una neumonía y cáncer que le había hecho metástasis, rodeado de sus hijos y nietos, al lado de esa compañera que supo hacerlo feliz. Para ese momento se encontraba en Margarita con sus dos hijos varones, pues sus hijas hembras, no lograban conseguir vuelo para estar con su papá…, él contaba con 83 años.

El fue un bello ser humano, que sobrevivió estoicamente desde niño, a todos esos obstáculos encontrados en su camino y jamás se detuvo. No albergó rencores, ni resentimientos, todo lo acepto como un aprendizaje que le toco vivir. Y eso fue lo que le trasmitió a su familia. Y al morir les dejo ese legado de amor.

Esta, mis amores, es la historia de mi papaíto, el Catire, como solíamos llamarle. Un ser humano ejemplar, que jamás cayó en vicios ni se dejó tentar por ellos, pese a las adversidades de su vida.
Espero que les haya gustado...

Lichy.