Dos mundos, un solo corazón (final).

El padre de Alexandra, le propino una fuerte cachetada a esta, y una lluvia de golpes a Felípe, que casi sintió como su alma escapaba del cuerpo debido a la sorpresa y al dolor.

-"Espero no saber de ti nuevamente" fue lo que aquel señor le escupió en la cara al muchacho tirado en el pavimento.

-"O te arriesgas a que te quite la vida, sé todo de ti, una pequeña rata que vive solo con su padre, sin futuro. Conozco personas importantes, no sería problema deshacerme de ti y encerrar a tu padre tras las rejas, seria un juego de niños. ¡Alejate de mi hija!", le grito al indefenso muchacho que aún intentaba recobrar el aliento y se marchó.

Pasaron los días, el llanto de Alexandra no apaciguaba, se negaba a probar bocado, o tocar su violín, su rostro era una mascara torcida en una mueca, que reflejaba su sufrimiento.

Su depresión no paraba, no la dejaba en paz, la llevo a tomar el revolver .38 spc de su padre, apuntarlo a su paladar e intentar accionarlo al momento que su madre a gritos entraba a su habitación, y que aprovechando la vacilación de su hija, rápidamente se lo arrebato de las manos. Estaba destruida, había perdido a su único y verdadero amor, ya no lo vería jamas.

Mientras su padre atendía las heridas de Felípe, le instaba a olvidar a aquella chica, que comprendiera el sacrificio que hacia para criarlo, negándose a perderlo, su tesoro más valioso. El también estaba destruido, tampoco comía, dormía ni hacia música con su flauta, solo pensaba en ella.

Pasado un mes, Felípe, envalentonado, decide buscar a su amada sin importarle su propia vida, nada le importaba más en ese momento que ella.

Se dirigió a su hogar, el cual ella le indico cuando se conocieron, una lujosa residencia, amplia, con piscina y un hermoso jardín lleno de flores, orquídeas y otras plantas exóticas. Toca el timbre de la puerta de aquel hogar para ser recibido por un hombre, revolver en mano, el cual le amenazaba a quitarle la vida con la coartada de haberlo encontrado hurtando en su propiedad, mientras le gruñía insultos y obscenidades referentes a su proceder y al de su familia.

Lleno de pánico y lagrimas en los ojos, el muchacho, con sus rodillas temblando incontrolablemente, le grito a su verdugo que no le importaba sus carencias económicas, ni perder la vida ante el, pidiendo solo que al morir, dejara a su padre en paz, ya que no le importaba un mundo donde no estuviera al lado de su amada, y en un acto de valentía ante la peligrosa situación, y retando al padre de su chica, acumulo todo el aire que pudo en sus pulmones, para exhalarlo en un resonante grito. "¡Alexandra, te amo!", fue aquella palabra que como un trueno retumbo en aquel lugar.

Como un ciervo, rápido y ágil, corrió aquella chica, interponiéndose entre su amor y el arma de su padre, justo cuando este se disponía a accionar el gatillo.

-"Padre, te amo, pero odio tu asco y rabia por la gente que denominas de clase baja", fueron sus palabras.
-"Es que, ¿no puedes ver que todos somos seres humanos al igual que tú y al igual que yo?" le cuestionó furiosamente.

"¡Odio esta maldita vida de princesa!, odio las costumbres en la mesa, odio vivir encerrada en normas estúpidas y de aparentar quien no soy, ¡amo a Felípe!. No quiero vivir en un mundo donde el no este, donde deba vivir de apariencias y de falsa diplomacia, puedes obligarme a vivir una vida que no quiero, pero no puedes obligarme a no ser libre, asi que antes de vivir mi vida clasificando mis amistades por apellidos de renombre y estatus social, prefiero que me dispares, ¡prefiero que mates a tu hija!, puedes matarnos a los dos pero núnca evitarás que nos amemos".

El padre de Alexandra, con ojos aguados, bajo su arma, y con voz quebrada pidió perdón a su hija y al chico que estuvo a punto de asesinar, pues el sentía mucho amor por su niña, y ante sus palabras, su voluntad se quebró, desconociendo el daño y sufrimiento que le había causado. Ella era su tesoro, su todo, aquella personita que llevaba su sangre y vio convertida en mujer, a quien más miedo en la vida tenia de perder.

Dejo que su mano cayera, para luego extenderla a Felípe en un firme apretón, amenazándole con matarlo si hacia llorar a su pequeña.

-"La amare hasta que mi corazón deje de latir y mi alma exhale su ultimo aliento" fueron las palabras del muchacho.

Alexandra estaba atónita, y aun en su aturdimiento, consiguió clavarle un beso a Felípe, para después abrazar a su padre.

-"No seas cruel contigo mismo, eres el mejor padre del mundo, solo que viviste toda tu vida encerrado en un mundo de cristal... te amo, papa".

Una sala abarrotada de gente, en una tarima, frente a un inmenso publico, dos músicos destacan de entre el resto por su habilidad al tocar, un flautista y una violinista compartían una cálida sonrisa, mientras alistaban sus instrumentos para uno de los mayores conciertos de aquella ciudad, vestidos de gala, relucientes y confiados, atentos ante la batuta del director, que marcaría el compás de una de sus obras favoritas, una que llevaban mucho tiempo ya tocando.

Entre la multitud, tres padres orgullosos que reían juntos y observaban atentos la destreza de sus hijos y él como sus manos bailoteaban en sus instrumentos al tocar, manos que despedían un pequeño atisbo de luz, reflejadas por un par de anillos, los cuales representaban la unión entre dos seres que muchas personas consideraron diferentes, pero que en el fondo, sin importar de donde venían, eran iguales.

Nota del autor:

El amor no conoce raza sexo color religión clase, el amor no conoce obstáculos no conoce fronteras,
el amor todo lo puede, no hay obstáculo alguno para dos personas que se aman, y quieren ser felices. Por muy grande que puedan llegar a ser los obstáculos, la diferencia de edad, de color o de clase, el amor lo vencerá.

El día que los seres humanos aprendamos a vivir como hermanos, ese día la humanidad disfrutará una mejor vida.

Escrito por Jesús Mendoza

Redactada y corregida por Victoria Vargas (@fervar2109) y Johan de Quezada (JDQ).

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