El niño amargado. Microrrelato.
Desde niño fue amargado y de muy mal humor, al punto que los demás niños evitaban juntarse con él, y no le gustaba jugar a la pelota ni al futbolito, que eran las actividades que más les llamaban la atención a los chicos de entonces, es decir, de la década de 1980.
Cuando llegaba a casa, era muy común escucharle diciendo expresiones no muy cónsonas con el espíritu de un niño de 13 años, que era Javier Eduardo.
_Mi mamá ha debido abortarme. Nunca yo debí haber venido a este mundo. Ni siquiera la recuerdo.
¿Había alguna razón para que este muchacho se sintiera tan mal y actuara de esa manera? Tal vez la respuesta sea el haber sido criado por una abuela chapada a la antigua, y que no le permitía mayores libertades, hasta ese día cuando ella dejó de existir.
Y es que su mamá se había marchado, y se lo dejó a esa doñita desde que tenía 2 años. MIsteriosamente, nunca dio razones de por qué dejó al niño con su abuela.Pero ahora esa mujer había vuelto, con motivo de asistir al velorio de su madre.
Ella lo reconoció, él a ella,no. Habían pasado más de 9 años, y su abuela, por considerarlo su propiedad, nunca le habló de ella ni le mostró ninguna foto.
El chico se metía en la habitación, solo a descargar su amargura.
_He debido morir yo, y no mi abuela.
La mujer se le acercó en la noche, y detectó la melancolía que lo invadía. Y un instinto lo condujo a querer abrazar a esa bella y joven mujer de 34 años. Él sintió una atracción hacia esa mujer, al punto que se le encimó, y se refugió en aquel regazo que tantos años le fue negado.
A pesar de todas las amarguras, Javier Eduardo no era rencoroso.
En el camino al cementerio y yendo al lado de esa mujer, ella le confesó toda la verdad. Javier Eduardo recibió una estocada de felicidad en el corazón, y ya supo que esa madre que lo había abandonado, regresaba con la intención de retribuirle el afecto del que le hizo carecer.
_Hijo querido, te pido que me perdones, y de ahora en adelante, te irás a vivir conmigo con todas las comodidades.
Javier Eduardo había cambiado, y creyó que Dios le había iluminado de repente la vida.
De retorno a casa, ella le reveló un secreto muy grande:
_Irás a vivir con tus propios padres porque tu papá y yo nunca nos hemos separado.
El niño, impactado, le preguntó:
_¿Y por qué no supe más de ustedes?
Ella le contestó:
_Porque no quisimos ocasionarle un mal a tu abuelita. Ella nos amenazó con que si te llevábamos, se suicidaría.
Y se fueron los tres a vivir a Santiago de Chile, donde los esperaba su linda hermanita de 8 años.