Esas sensaciones que describes coinciden con la de millones que como vos y yo coexistimos sobre la misma tierra. Añoramos los momentos plenos en las reuniones multitudinarias de la familia; las tertulias vespertinas o sabatinas entre la "patota" de amigos; los acostumbrados paseos a la playa del centro o de oriente, a las montañas andinas, a los poblados larenses o a los Medanos de Coro; nos hace falta dormir corrido sin el temor de ser asaltados o ser afectados por la falta de energía eléctrica; necesitamos de nuevo tener el poder para decidir qué comprar, dónde y cuánto queramos o necesitemos. A quienes somos padres nos mata la incertidumbre por el futuro de nuestros hijos, a quienes somos hijos no angustia el tiempo por venir de nuestros ancianos padres y su condición de salud propia a sus edades. Como ciudadanos nos quita el sueño ver frente a frente tanta indolencia, abusos y corrupción; nos chocan a la cara día con día tanta necesidad y carencias. Es verdad. Nos recostamos a reposar cargados de muchas penas y en ocasiones ni siquiera conciliamos el reposo indispensable para enfrentar al amanecer una nueva jornada. Necesitamos tomar una decisión urgentemente. Seguir aquí practicando técnicas de relajamiento, haciendo ejercicios, yoga, trabajando más para mantenernos ocupados, escuchar música o cualquier otra alternativa que nos permita a lidiar con la situación o nos vamos fuera del país buscando mejores opciones. No la tenemos fácil. A eso han apostado los politiqueros. A debilitarnos anímicamente y físicamente.