Apartamento 69 "Novela" IV Parte

in #blog7 years ago

En una de las oficinas del comando de la policía del estado, se llevaba a cabo una reunión con los que estaban resolviendo el caso. Darío no soportaba la idea de que el asesino los hubiera burlado. Dos homicidios en una misma zona, la cual estaba siendo vigilada por funcionarios de la policía.
Karina intentaba calmar los ánimos dando ideas para resolver el caso:
—Darío, si esto no es más que un ajuste de cuentas —dijo mientras dibujaba caritas en una página de su libreta—. Recuerda que las dos víctimas se conocían y que a uno de ellos le encontraron marihuana en su negocio.
—Tienes razón, Karina, puede ser que ellos le debían dinero a una mafia de traficantes y todos sabemos que en ese negocio hay todo tipo de personas —dijo uno de los detectives—; ellos fácilmente pudieron infiltrase en la policía, la mafia controla todo cuanto quiere.
Darío, escuchando las opiniones de sus compañeros, iba armando el rompecabezas, pero a él no le cuadraban muchas cosas; por ejemplo, y esto era lo más raro, ¿por qué torturarlos y violarlos, además de dejar esas estúpidas notas? No tenía sentido si no querían que resolvieran el caso; limpiaban la mayoría de sus rastros y dejaban uno a propósito. Karina miró su reloj y se levantó de su puesto, recogió sus cosas y se despidió de ellos:
—Yo me retiro, si llegan a un acuerdo me avisan. —Abrió la puerta de la oficina y les terminó diciendo—: Tengo que pasar por donde el forense para ver qué me tiene.
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En los apartamentos las horas pasaban lentamente y el calor sofocaba a cualquiera que estuviera afuera. El viento no se dignaba a pasar para refrescar el ambiente; era el día más caluroso del mes. Cuando ya se estaba acercando la hora, Gabriel se metió a su cuarto, recién bañado, para vestirse apropiadamente para la ocasión. Probó varias combinaciones sin poder decidir cuál elegir; sabía que debía verse bien pero no tan serio ni tan ridículo. Un poco sexy y misterioso era perfecto para ese caso en particular: una camisa con un pantalón negro sin correa, y de accesorio una cadena negra jipi con un el amuleto de sus signo “Escorpio”, unos tenis negros con adornos blancos, y para terminar, mucho perfume. Estaba listo para cualquier cosa; no estaba tan elegante pero no se veía nada mal, a cualquier chica le encantaría salir con él (según su juicio). Se dejó un par de botones desabrochados en la camisa para presumir sus pechos definidos.
Salió de su cuarto justamente a las siete y cincuenta y cinco; su padre estaba entretenido viendo la televisión en la sala, pero al oler el perfume que llevaba Gabriel, volteó a mirarlo, sonrió y le preguntó mientras seguía vendo la televisión:
— ¿Con quién te vas a ver?
—No te voy a decir —le contestó Gabriel—, pero sí te voy a decir que no voy a llegar temprano.
—Oh, entonces llévate las llaves y no hagas tanto ruido cuando llegues para que no me despiertes —le dijo Luciano, cambiando los canales—, y si piensas hacer cualquier cosa, recuerda que debes cuidarte.
—Por favor, papá, yo no pienso hacer eso —dijo Gabriel, tomando las llaves del apartamento de una mesa junto a la puerta—; apenas es la primera cita.
—¿Y cómo sabes de qué estoy hablando?-agrego su padre.
Al salir Gabriel del apartamento, Luciano tomó su teléfono y llamó a Mariangel; era el momento ideal para estar juntos en una noche sin problemas. Cuando Gabriel llegó a la casa de Honey, golpeó la puerta sin hacer mucho ruido; ella abrió rápidamente y lo invitó a pasar. Él se sentó en uno de los sillones que estaban frente a la cocina mientras ella se metía a su cuarto un momento para terminar de peinarse y maquillarse. Durante el tiempo que tardó Honey en arreglarse, Gabriel se acomodó en el sillón, se desabrochó otro botón de la camisa para llamar la atención de Honey. Ella salió y lo vio, y se sintió muy incómoda puesto que no sabía qué decirle. Gabriel se dio cuenta de su error y se abotonó la camisa disimuladamente, mientras se levantaba del sofá con una sonrisa le preguntó:
—¿Por qué no salimos a caminar por los jardines?
Pero Honey, mirándolo casi hipnotizada, le contestó:
—No, estoy cocinándote algo para comer; si quieres puedes ayudarme.
Gabriel, sin pensarlo dos veces, aceptó y se fue con ella a la cocina a preparar la cena. Pero mientras cocinaban no dejaban de sonreír y mirarse el uno al otro, y momentos después se dejaron llevar por sus instintos. Se besaban y acariciaban sin cesar. Gabriel la tomó en sus brazos y la subió al mesón, donde continuaron avivando el fuego; unos minutos después ella le había quitado la camisa y él le había quitado la blusa mientras le daba repetidos besos en el cuello. Gabriel iba por más, y entonces Honey le indicó que la llevara al cuarto. El muchacho la cargó y cuando entraron la puso en la cama, preparado para terminar lo ya empezado.
Mientras tanto, Luciano y Mariangel estaban en su apartamento sentados cerca de la ventana, mirando las estrellas y hablando de ellos dos. Tenían que buscar una solución a su relación, y contarle a Gabriel sin impórtales lo que piense, o seguir viéndose a escondidas y no ser felices, algo que era muy injusto para ellos, Luciano tenía derecho a rehacer su vida y ser feliz; no podía quedarse solo todo el tiempo por consentir a su hijo.
Más tarde, en el apartamento 69, dos jóvenes se habían dejado llevar por la pasión. Cuando estaban a mitad del acto, les llegó el olor de algo que se estaba quemando. Honey salió rápidamente a apagar la cocina, pero Gabriel la detuvo; le dijo que dejara eso así y siguieran, pero ella, un poco asustada, tomó una bata que tenía en la manilla de su puerta y salió. El joven se quedó sentado en la cama a oscuras, esperando que ella volviera. En un momento dado encendió una lámpara de mesa que estaba a un lado, al tener claridad y mirar a su alrededor se dio cuenta de que había muchos recortes de periódicos y fotos de hombres en su pared; dos de las fotos estaban marcadas con unas líneas rojas. Curiosamente esos hombres eran los que habían muerto hacía unos días atrás. Se puso su ropa interior y, mientras se levantaba, recordó lo que Mariangel les había leído en el periódico… No podía creerlo, Honey podía ser la asesina que la policía estaba buscando. El pánico estaba por dominarlo, estaba muy confundido. Honey entró al cuarto muy nerviosa, al verla se asombró y cayó sentado en la cama sin poder hablar. Honey se dio cuenta de lo que estaba pasando y de lo que podía estar pensando Gabriel de todo esto, ella enseguida se acercó a él para explicarle todo:
—Todas estas cosas comenzaron a aparecer en mi cuarto desde hace unos meses atrás. Créeme cuando te digo que yo no tengo idea qué es todo esto, sé que puede parecer loco pero yo a veces despierto en el otro cuarto.
—Honey, las fotos que tienes marcadas son de los hombres que murieron hace unos días atrás —dijo Gabriel—. ¿Qué significan las demás fotos? No entiendo nada de verdad.
—No lo sé —dijo Honey, abrasándolo y rompiendo a llorar—. Tengo miedo, Gabriel. Esos hombres… Yo los conozco desde hace mucho tiempo y me duele en el alma ver que mueren.
—Me imagino, ellos tuvieron que ser muy buenos.
—Al contrario —dijo ella, separándosele—, ellos me hicieron mucho daño a mí y a mi madre.
— ¿Qué les hicieron? —preguntó Gabriel, imaginándose el dolor de Honey, quien le contestó, secándose las lágrimas:
—Te lo voy a contar, porque sé que no me vas a defraudar.
Cuando yo vivía en Maracaibo con mi madre, solíamos ir al parque de atracciones que había llegado a la ciudad. Esa noche cuando todo parecía perfecto, el día más feliz de mi vida, ocurrió algo. Debo admitir que jamás me había divertido tanto como esa noche, nos metimos a todas las atracciones y, cuando se nos había acabado todo el dinero que habíamos llevado, salimos del parque y nos fuimos caminando hasta nuestra casa; eran apenas las once de la noche. Nuestra casa quedaba cerca de allí, por eso mi madre no veía peligroso irnos caminando, pero se equivocó. Mientras íbamos por la avenida, dos camionetas se detuvieron frente a nosotras. Mi madre me tomó por el brazo y comenzamos a caminar más rápido, entonces miré hacia atrás y vi que se bajaron cinco hombres borrachos que luego comenzaron a decirnos cosas, poniendo a mi mamá nerviosa. Yo apenas tenía trece años, sólo tenía trece; todo pasó tan rápido, a mí y a mi madre nos violaron en esa noche, los mismos hombres que ves en las fotos. —Honey no podía dejar de llorar. Gabriel la abrazo, muy confundido; no sabía qué pensar, si en las fotos o en lo que ella le había dicho. Verdaderamente era algo que no le desearía a nadie ni a el peor de lo enemigos—. Pero esto no termina ahí —dijo Honey, mirándolo a los ojos—. Mi madre fue torturada hasta morir; yo quedé huérfana y con un trauma que me dejó tres años en una clínica de rehabilitación. A mis diecisiete años se me fue diagnosticado esquizofrenia, y desde entonces he vivido con esto, a veces hago cosas que no recuerdo haber hecho. Una vez desperté montada en un autobús y con informaciones de uno de estos hombres en mis manos; ciertamente no sé qué hacer con esto.

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Gabriel tomó sus cosas y salió de allí. Ella lo intentó detener pero fue inútil, él estaba tan asustado que no le importó que lo vieran en ropa interior por los pasillos. Cuando llegó a su apartamento, se encerró en su cuarto, asustado y confuso; ni siquiera se dio cuenta que su padre y Mariangel que se habían quedado dormidos frente a la ventana. Al día siguiente no salió de su cuarto, lo que extrañó a Luciano, ya que él se levantaba a desayunar en el restaurante. Pensó que probablemente se había quedado dormido después de la cita de la noche anterior, pero no era así, Gabriel se levantó temprano para investigar en su computadora acerca de la esquizofrenia y sus efectos, aunque una parte de él deseaba llamar a la policía y contarle todo, pero primero quería saber ya que Honey podía ser inocente. Cada vez que leía se daba cuenta que era una de las enfermedades más raras, de hecho, jamás había oído de ella, pero sabía que si encontraba más información podría salvar a Honey de ser llevada a la cárcel de por vida.

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Continuara.....!

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