Mi mascota se llama Bonita, nació en la calle hace dos años aproximadamente, vivía dentro de un tubo y comía lo que encontraba en la basura. Al momento de ser rescatada por mi familia, pesaba lo mismo que nuestro perro cruce de Chihuahua “El Gordo”, Le pusimos por nombre Bonita para levantarle el ánimo y para que se sintiera a salvo. Nuestra rescatada resultó de carácter dócil pero muy nerviosa, cada vez que nos acercábamos a darle alimento se retraía asustada, tal vez sufrió maltrato y golpes.

Con mucha paciencia y amor la integramos al grupo de perros que ya teníamos, poco a poco fue ganando peso y confianza, su pelo creció y sus ojos se iluminaron. Estaba lista para ser llevada a un albergue de perros en espera de ser adoptada, y entonces ocurrió la pandemia y ya no fue posible ingresarla, se adaptó al hogar familiar y corría, subía y bajaba llenándonos de alegría por su salud y agilidad. Un buen día nos dimos cuenta de que ya es parte de la familia y fue “adoptada legalmente”, Se le compró su plaquita con su nombre y el teléfono celular en caso de que se pierda.

No me imagino pasar una tarde sin ver sus enormes ojos y acariciar su pelaje, me gusta verla “pelear” a ladridos con el perro invisible del vecino, retozar en el jardín y relajarse en su cama, a veces me da tristeza ver que la perra chihuahua la rechaza y se quiere pelear con ella, pero sé que algún día Bonita se dará cuenta de que ella es mucho más grande y el acoso terminará. Adoptar a un perro es la mejor decisión, un verdadero y fiel amor para siempre, porque aunque algún día nos deje, ya se ha ganado un lugar en nuestros corazones.