Hoy no se me pegaron las sábanas sino las teclas, dediqué mucho tiempo a la confección de mi última publicación de Entre cuerdas y Capachos y terminé a eso de las cinco de la madrugada, es que después de un largo día de trabajo, no tuve otro tiempo para trabajar en mi post más que en el transcurso de la madrugada.

A las nueve de la mañana tocaron el timbre, supongo que todos en la casa lo oyen y piensan "debe ser para Leo", y fue así, siempre es así. Era mi amigo el Mocho, no es que le falte un pedazo, lo llamo así por su singular apellido. Como no quería dejarlo solo en el taller lo convidé a acompañarme a hacer las compras del día.

Caminamos al supermercado, luego a la verdulera y mientras, hablamos de muchas cosas. Parece que algunas personas se entretienen escuchando mis anécdotas y reflexiones, y yo, yo hablo demasiado. Llegamos a nuestro lugar de trabajo ya entradas las doce del medio día, no teníamos ni idea del movido día de trabajo que nos esperaba.

Hoy estuvieron conmigo en el taller, Nerio y su sobrino Giovanni que vino a aprender a tocar tambor, Freddy, Bezaleel, el Mocho Andrés, Mauricio, el maestro Luís Tovar, mi amigo Alí y mi hijo David, además de un par de clientes que llegaron en el transcurso de la tarde. Para mí, estar rodeado de tantos amigos en el trabajo es andar saltando de un lado al otro dando indicaciones, corrigiendo, ayudando y compartiendo entre conversas y música con los que no van a trabajar. Como ejercicio mental es de lo más complicado tratar de estar concentrado en tantas cosas simultáneamente y a nivel emocional es de lo mejor, porque las risas y la música son la norma.

Cuando arrancó la jornada todos los aprendices fueron por sus respectivos proyectos y se me acercaron como muchachos de escuela al escritorio de la maestra a que les revise la tarea, pero éstos venían por instrucciones o por ayuda. Yo los detuve a todos y les quité en una sola frase todas sus aspiraciones "amigos míos, ustedes merecen toda mi atención pero hoy solo nos ocuparemos en mis trabajos pendientes". Así que después de delegar funciones, Bezaleel se dispuso a reparar un cuatro, Freddy con la ayuda de Nerio a pulir un par de maracas, Mauricio ordenó el taller, Andrés se ocupó con el contrabajo, el niño del tambor a hacer los ejercicios que le mandé y David quedó practicando maracas con el profe Luís Tovar aprendiendo nuevas técnicas y repiques. Por mi lado traté de terminar un puente de bandola que cabe destacar no pude avanzar ni a la mitad.

_{El alumno practicando tambor.}

_{En plena faena, unos tocan, otros trabajan y otros descansan un poco.}

_{Freddy puliendo las taparas.}

_{Evaluando el resultado, estoy orgulloso del progreso. Pronto veremos a mi estado rebosante de artesanos del sonido y yo habré sido testigo de los inicios.}

Hace varios años sufrí la perdida de mi voz, lo cual me afectó mucho emocionalmente y hasta profesionalmente porque aunque no soy, no era, un gran cantante "mataba mis tigres", pero paulatinamente mi voz ha ido regresando y hoy pude notar una gran diferencia cuando el maestro Luís tocaba el cuatro y Andrés cantaba, me aventuré a interpretar un par de canciones con ellos y llegué a notas que antes no podía.

Trabajando en lo que me apasiona y rodeado de grandes personas, que son mis amigos y mi familia, se me hace fácil estar agradecido con la vida.

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