Me levanto, me cepillo, me visto, me como una arepa frita lo más rápido del mundo, me quemo, me monto en la bicicleta y nos vamos. El camino tiene un brisononón horrible, por lo que las piernas se me cansan mucho. Nos vamos derechito por el bulevar hasta llegar a una parte donde casi llegamos al castillo (tienda de telas) pero no, luego giramos a la derecha, seguimos derecho, pasamos por la avenida carabobo, izquierda, derecha, derecha, izquierda, izquierda, pasamos por una escuelita, derecha, izquierda, seguimos derecho y llegamos al colegio de profesores.

Entramos, y luego de nosotros, llegan dos niños más, que también se me olvidaron sus nombres, entonces nos hacen una prueba oral para determinar si es mayor, menor o intervalo. Luego nos ponemos a practicar solfeo, y luego llega mi papá, entonces nos ponemos a solfear mientras mi papá lee un libro. Luego la clase termina, nos despedimos, el profe se va en un carro y nosotros en las bicicletas. Volvemos por toda la avenida carabobo y luego por la calle del mercado, donde ayer vimos mis futuras cholas.

Entramos al sitio, estacionamos las dos bicicletas juntas donde se ven perfectamente, luego Daniel se quedó allí donde también se ve perfectamente, me probé unas cholas negras, me quedaban bien, pero las sentía demasiado pequeñas, no apretadas, sino que como mi pié va a crecer y estas cholas me quedan finas, entonces es mejor comprarlas más grandes para que duren más.

Nos llevamos las cholas mías y de Daniel para la casa, porque a Daniel también le compraron. Yo me las pruebo, luego me las quito y me pongo las otras, y las dejo allí para cuando se me dañen estas, porque ya se dañaron, pero las cosí, y no se han dañado, además no tienen ningún hueco, entonces me da lástima botarlas o dejarlas de usar así. Esperaré a que se terminen de dañar.

Mientras escribo escucho a mi mamá celebrando ¡muy bien! ¡que fino! ¡lo lograste! ¡por fin!, entonces salgo a afuera para ver que Daniel por fin aprendió a manejar en su bici rin 20. Entonces toooodos los de la casa salen y celebran el logro de Daniel que pasó mucho tiempo cayéndose, raspándose, moradeándose y dándose porrazos para por fin haber dominado eso. Él desde que vio que yo pude montar la mía sin rueditas de seguridad, se puso a darle y a darle y a darle a la suya y el arrancaba pero se iba para un lado y se caía, pero lo logró. Esa sensación de haber motivado a mi hermano a lograrlo me encanta.

Pasé el resto de la tarde escribiendo mi post, cuando terminé, cené y me acosté a dormir. Esto fue todo por hoy, mañana te traigo más aventuras.