Un atardecer en la playa de Anare, a la distancia dos figuras, dos hombres se proponen a jugar con el sol. El primer reto es la contemplación y el silencio de la ceguera, han pasado todo un día mirando el sol. Ahora son sombra pura y se dirigen a al torrente en llamas.

El atardecer es un portal a todos los muertos que nos hemos entregado al sol. Yo voy detrás de estos hombres, quisiera tomarles las manos, tengo miedo. La llama de fuego nos convertirá en ceniza y seremos siempre oscuro sol. El clamor de las aguas ha llegado a su fin.

Los hombres han atravesado el umbral, se han levantado en llamas sus espíritus, los vi derramando algunas lágrimas sobre mí, entregarse al sol también es olvidarse de la lluvia, de la noche, esta es la última puerta del día y mañana, si no lo hago ahora, sólo seré una sombra más del tercermundo.

El Caribe te acaricia con las manos llenas de arena hirviendo y todas las sonrisas se apagan, hasta el nacimiento de nuevas sombras, todos somos hijos del sol, cargamos en nuestro interior la más oscura luminaria.

Me voy, porque no tengo más tiempo para el lenguaje.

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