Trabajando con tiza pastel sobre cartón MDF. Aquí el primer trazo.

Suelo trazar de modo continuo, evitando despegar el instrumento del soporte, durante el mayor tiempo posible, en caso de que la composición lo permita.

Disfruto muchísimo esta técnica pictórica, me fascinan las tonalidades y texturas de estos instrumentos.

En la construcción de Carbunclo, lo esencial eran las facetas.

Sigo dándole color a las caras de mi abstracción.

Estas gemas despiden una luz tan bella, tan blanca, y ese es mi foco en este paso.

También hay facetas oscuras, opacidades, profundidades necesarias. Densidades misteriosas que absorben todo color.

Pintar es un evento dinámico muy intenso e interesante, nervios y fibras musculares acompañan al ojo, a la necesidad de decir, y comienza a desprenderse una armonía que viene a ser una especie de música óptica.

Tierra y estrellas...

Ya ven: después comencé a incorporar un elemento figurativo a esos planos abstractos.

En este caso, ojos. Aquí el primero de ellos en esta obra.

Los ojos conectan a Carbunclo con Ojos en la espalda, otra de mis obras en proceso.

La idea subyacente es el reflejo (como eyección) de la introspección, guardada en algo tan precioso, por similar.

Hora de hablarles del significado de Carbunclo a propósito de la obra: esta voz poética se refiere al carbón que brilla en la oscuridad; se trata del rubí, esa piedra preciosa de color rojo, tan conocida y admirada.

Este Carbunclo representa a mis hijos. Más aún: viene a simbolizar la niñez de mis cuatro hijos, ese tiempo de valía inconmensurable, que atesoro.

Obra original.