Impactada por el Coliseo
Si alzas la mirada y llegas a imaginar su esplendor en una época donde el tamaño de este tipo de edificaciones era aún más monstruoso a lo que hoy día aparenta posiblemente el miedo a su contenido te invadiría.
Probablemente sería el infierno para los que sabían ese sería su último día sobre la tierra, cristianos, esclavos huidos o simplemente enemigos de Roma. Sería el paraíso para los que creían encontrar la gloria tras batirse a muerte por un cetro de campeón, en este caso gladiadores. O por último sería el limbo tras una batalla en la que su victoria sobre la arena del Coliseo no le reportaría más que riquezas al lanista que lo tuviera como esclavo hasta que muriese o ya no le sirviera.
Hay muchas formas de ver al Imperio Romano, donde unos ven esplendor yo veo ego, donde unos ven poder yo veo crueldad, donde unos ven espectáculo yo veo miedo y todo es fácil de explicar porque era una época donde ser Cónsul o posteriormente Emperador no sólo se hacía por la gloria y esplendor del Imperio, sino por el propio beneficio y eso, el ego del César, al que además enloquecía su cargo hasta en algún caso creerse Dios de dioses. El poder significaba no respetar la vida del prójimo, ni del ciudadano romano de más baja alcurnia y por supuesto menos aún del no romano que era tratado como una propiedad o una mascota, cuanto más poder alcanzaba el Imperio más crueldad dejaban a su paso. El circo por último era el miedo representado en la Roma más débil políticamente hablando, todo su poder, esplendor y riqueza se tambaleaba en derrotas, enfermedades o hechos que intentaban ocultar tras unos juegos para honrar a los dioses y que devolviera a la ciudad la salud, el agua o los mejores años, en definitiva, sustituían el miedo por entretenimiento de sangre.
A veces la sangre no dejaba ver la realidad y durante los juegos de Roma se opacaba la realidad o simplemente se transformaban momentos delicados en épicos triunfos de personas ya olvidadas por la historia, aunque no así el motivo del por qué se celebraban esos espectáculos y quienes ordenaban su organización, de hecho su construcción, el año y el lugar sobre el que se erigía no fue una casualidad sino un plan político muy estudiado.
El Coliseo deja abierta una puerta a mi imaginación que mezclada con realidad histórica degustaré poco a poco en otras tantas entregas de fotografías y cuentos para no dormir, pero por favor, no dejen que mi visión oculte mi admiración por tantos siglos de dolor y sonrisas del Imperio Romano.
—Todas las fotografías son de mi propiedad —
Besos @chila
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