Hablemos de Arte: Las Meninas
"Al comienzo, el arte imita a la vida. Luego, la vida imitará al arte. Al final, la vida encontrará que existe solo gracias a ella" - Fyodor Dovstoevski.
¿Cómo habré de escribir sobre aquello de lo que ya todo se ha dicho? ¿Qué es esto, dentro de mí, que pide a gritos que lo haga y demuestre cuan poco sé en realidad?
Existen obras, ya sean pintadas, bailadas o escritas, que tienen dentro de sí el poder de silenciar el murmullo constante que habita nuestras mentes y elevan – con su estruendoso silencio – nuestra consciencia a lugares de mayor importancia; son sin duda pocas, que evocan luego el análisis y el examen, como a la vez la admiración y el asombro en quienes les contemplan, y que en definitiva, como en este caso, dejan huella indeleble en el estudio de la forma, como habría de hacerlo Diego Velázquez, quien a sus 57 años pintaría lo que es considerada para muchos, y desde tiempos anteriores a estos, la mejor pintura en la historia del arte. Y sin embargo aquí, frente al hecho de que he decidido escribir al respecto, siento la necesidad imperiosa de quizás alejarme del examen clínico que parece “diseccionar” una obra artística como si de un procedimiento quirúrgico se tratase y en cambio hablar – sin demasiadas preocupaciones – entregado al contexto sentimental; y en ello, estoy seguro aún mis palabras no alcanzarán para hacer mediana justicia a esto que ha maravillado, y habrá de hacerlo, a generaciones de artistas, conocedores y extraños por igual.
La metamorfosis
En lo profundo de Las Meninas, y más allá de toda belleza estética y emocional que ha de reflejar su autor en el lienzo, escondido en el alma del cuadro, reposa un conflicto atemporal de carácter teológico que busca ilustrar el aspecto divino, o acaso terrenal, de todo proceso artístico. ¡¿A cuántos poetas y pintores antiguos habrán de haber inspirado las musas de lo divino?! ¡¿A cuántos otros, relatos fantásticos y sueños imposibles?! Quién haya de negar que en toda creación no reside aquello que es etéreo y sublime habrá de encontrarse omitiendo, y quizás sin saberlo renegando, de todo lo que tiene de fortuna y elevado su arte y quizás, si ha de merecerlo, atemporal – y sin embargo, ¿No es entonces lo falible del proceso, lo frágil e incluso sucio, aquello tan humano que le complementa?
Se trata esto de un motivo central escondido en Las Meninas, que en su reproducción de una escena que tiene por lugar el estudio de Velázquez, retrata a su vez dos cuadros colgados, no por mera casualidad, en la pared posterior de éste: Minerva castigando a Aracne y Apolo vencedor de Pan.
De izquierda a derecha: Minerva castigando a Aracne & Apolo vencedor de Pan
En ambos casos, estos cuadros pintados por héroes personales de Velázquez, relatan historias similares pertenecientes a la Metamorfosis de Ovidio en donde Dioses y Humanos compiten por sobre el dominio de las Artes. En efecto, son obras destinadas a cuestionar los caracteres tanto divinos como humanos de la creación artística y que a fin de cuentas, relatan historias que hablan sobre el Arte en sí mismo.
Diego Velázquez, quien para entonces era más anciano que joven, decide incluirles en su Obra Maestra al momento en que la pintura, como forma artística, era considerada un arte aún inferior, por debajo de, por ejemplo, la poesía y la música. Las Meninas, prestado al conflicto divino, es un argumento vigoroso sobre la importancia de la pintura como una forma magnífica en cuyo corazón parece gritarnos:
"¡Ve lo que mi Arte es capaz de crear! ¡No osen buscar la grandeza en otro lado!"
Se trata, como toda metamorfosis, de la transformación del oficio de Velázquez en algo realmente extraordinario que habría de inspirar a futuras generaciones. Una obra que habla sublimemente sobre Arte y sobre el Hombre Artístico como un Ser Divino.
De ahí que toda la obra repose de manera inquieta sobre el lienzo y a pesar del carácter inmutable que se encuentra inherente a la cualidad pintada, pareciese estar a punto de cobrar vida en sus personajes, como si en cualquier instante pudiesen moverse; tiene de fotográfico lo que ha de poseer de espontáneo en las miradas y movimientos de sus personajes que ocupan la extensión del estudio y obligan al ojo de quien les observa a moverse entre lo que en el primer plano ocurre y aquello que habita en el fondo. Un artificio de carácter geométrico le bastaría a Velázquez para lograr esta unicidad tan marcada en todo el terreno.
Base Geométrica y Unicidad entre el Fondo y el Primer Plano
Además, como si insatisfecho se encontrase, no le bastaría con imprimir un centro focal claro en Margarita Teresa quien al centro (aunque un tanto desviada) y vestida en luz se encuentra, sino que reforzaría el ímpetu y el momentum general de la obra agregando dos más, el primero en el oficial al final del estudio, por medio de una relación de contrastes, y el segundo con el reflejo de sus padres en el espejo, mediante una relación de contenido: Es así la fuerza de voluntad del autor, quien en su determinación por unificar gloria y humanidad termina por convenir en los centros de peso de la imagen todo lo que ésta ha de poseer de estética y contenido.
Centros focales de Las Meninas
Estética y Contenido se unen sutilmente en la obra de Velázquez
Faltará mucho por deciros, pero me temo extenderme más atentaría contra vuestra humanidad, bastaría para conformarme saber que he despertado, por lo menos, su interés en la obra y que han encontrado mis palabras, aunque sea, más que tolerables.
Son tantas las cosas que incluso el autor desconocía y tantas otras que conocía sin entenderlas por completo. Habrán tantas más que aún entendiendo las ignoraba. ¿Cómo podría yo poder deciros sus intenciones, aquellas que pertenecen a otra alma distinta a la mía, a vosotros, sin contagiarles de aquellas que pueblan la mía?
Hay belleza en el lienzo en blanco que aguarda a ser transformado, la belleza de todo aquello que comienza igual y sin embargo termina distinto, aquella de la creación que anhela plenitud, que refleja sin remedio alguno lo que habita en el interior de quien le concibe y sin embargo, a pesar de sus artificios y engaños, hay algo increíblemente limitado en quienes le observa; el buen arte – si es que hemos de dejarnos de tanta subjetividad y llamar las cosas por lo que son – no puede curarnos del todo, hemos de permanecer, inevitablemente, rotos donde hemos dolido. Pero tal vez pueda este dar cuenta de la belleza de aquello que ya no yace intacto y de la música que emana de lo que en mil pedazos se quiebra, de permitirnos, en esos espacios vacíos que habitan entre parte y parte de nuestras grietas, vivir sin miedo a estar rotos.
La obsesión de Velázquez se hace latente y minuciosa y reposa en la naturaleza del cuadro, un instante congelado y sin embargo vivo en donde sus personajes – algunos – observan fuera del lienzo, más allá de la pintura y de nosotros que les vemos convencidos, lenta e insidiosamente, de que aquello que vemos, frágil y falible y de algún modo humano: es nada lejano a la perfección. Que nos encontramos ante lo mejor que este medio ha de poder ofrecernos en nuestra historia; y es que, para un artista debatido entre la naturaleza tanto divina como humana de su labor, la mirada no puede dirigirse sino por encima de todo lo terrenal, hasta el horizonte.
©Alejandro Olivares
Hola Ale, qué hazaña hablar sobre una pintura tan importante en el arte que nos ha dejado pensando eternamente. Su maravillosa composición rozando la divinidad, la maravillosa técnica propia del barroco, el juego de luz y oscuridad, el vacío tremendo que le pertenece gran parte en el lienzo mostrando el techo y estas dos grandes pinturas en penumbra. Es toda una cosa llena de demasiados símbolos y significados.
Gracias por dejarnos ver tu opinión sobre ella. Saludos!
"Su maravillosa composición rozando la divinidad, la maravillosa técnica propia del barroco, el juego de luz y oscuridad, el vacío tremendo que le pertenece gran parte en el lienzo mostrando el techo y estas dos grandes pinturas en penumbra. Es toda una cosa llena de demasiados símbolos y significados." Así es Diana, una obra increíble sin lugar a dudas de la que podría decirse tantas cosas. Gracias por tus palabras, la hazaña en parte fue hablar sobre algo que ya ha despertado infinidad de análisis y estudios, pero creo al final ha valido la pena. Saludos @dianalealart
A pesar de que has dudado en los dos textos que has publicado por aquí (la presentación y este) sobre tu capacidad de atrapar al lector, creo que lo haces bastante bien. Yo, que me distraigo con cualquier cosa -más en internet- sentí como tu narración me envolvió. Te lo agradezco, por la sensación.
No recordaba la metanarratividad de la obra con las dos pinturas del fondo (Minerva castigando a Aracne & Apolo vencedor de Pan), no sé si mi atención no retuvo esa información en las clases de plásticas de ciclo básico o si solo nos centramos en los puntos de tensión de la pintura. Buen aporte, para mi.
Te veo bien encaminado, Ale, demasiado bien. Sin embargo, trata de poner la fuente (puedes insertarla con el código Html) al menos en la última obra, ya que es la que de cierta manera no tiene intervención de tu parte. De resto, excelente la presentación.
Espero tu próximo texto.
Un abrazo.
Gracias Silvio, me había debatido entre un análisis más técnico o esto, terminé eligiendo lo que llega a afectarme más. He corregido el desliz de la fuente, gracias por leer.
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STOP
Ciertamente, Ale, esta es una de las mayores obras de la vida. Desconocía lo de las pinturas detrás, el aspecto teológico, como fondo.. y claro, una obra como esta debe abarcar todos los aspectos posibles, incluso los divinos y relativos a los dioses. La primera fotografía de la historia, pareciera.
Ciertamente posee una naturalidad digna de la fotografía espontánea, un gusto que hayas leído, saludos Israel.