Moira Millán lucha por la reivindicación de las indígenas argentinas

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Por Maylín Vidal

Buenos Aires, (Prensa Latina) En su cuerpo late sangre mapuche argentina, durante años ha sufrido en carne propia persecución, amenazas y el dolor de ver masacrar a su gente, pero Moira Millán sigue adelante, luchando por la reivindicación de los pueblos indígenas.

A sus casi 50 años, esta weychafe (guerrera), una de las líderes del Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, ha recorrido el país de punta a punta dando la batalla por sus hermanas, frente al 'terricidio' y el femicidio constante de las que son víctimas, con prácticas aberrantes en este siglo XXI como el llamado 'chineo'.

Todo comenzó en 2013, cuenta en entrevista exclusiva con Prensa Latina Millán, quien en septiembre de ese año emprendió rumbo a Ushuaia, la ciudad más austral de Argentina, para conocer en profundidad lo que sucedía con las mujeres mapuches y de otras varias etnias.

Fui recorriéndolo a dedo y al llegar a cada territorio se acercaban otras mujeres de diversas comunidades para contarme sus problemas. En el 2015 realizamos una primera gran marcha de mujeres indígenas para el buen vivir, presentamos a la nación un proyecto de ley y nos organizarnos como movimiento. Hoy somos 500 de las 36 naciones, dice.

Relata esta mujer, quien ha tenido que soportar constantes frases de odio y amenazas, que cuando comenzó a desandar por Argentina era tan solo un sueño amasado reunir a sus compañeras de lucha en un movimiento, pero nunca imaginó que creciera tanto.

Ahí, en ese caminar, conoció historias desgarradoras, algunas que ya había vivido en carne propia y una en particular por la que hoy luchan todas, la nefasta práctica del chineo, el nombre que en su momento le dieron los criollos a las aborígenes niñas o adolescentes por su rostro medio achinado.

Es aborrecible. Criollos de cierto poder social y económico eligen niñas de entre ocho y 10 años para violarlas, viven esto como un rito inicial, ellas mueren muchas veces producto de estas violaciones, a veces en manadas, en otras ocasiones se suicidan, cuenta Millán. La situación es aún más dolorosa cuando esas pequeñas quedan embarazadas.

'Esto lamentablemente tiene el consentimiento cómplice de la comunidad, se callan, los violadores muchas veces son políticos, comerciantes, gente notable del pueblo y compensan a las familias de la víctima con una vaca o comida, se han visto incluso casos de que a cambio le han dado al padre un trabajo', denuncia la líder mapuche.

Recientemente, precisa, se registró una violación en manada a una niña de 12 años en el chaco salteño (en el noroeste argentino) y a esto le sumaron la ingesta de cerveza con vidrio molido. Hay situaciones de violaciones con objetos, ensañamiento sobre sus cuerpitos, mutilaciones de los pechos, es terrible lo que pasa.

Millán hace muy pocos días conoció sobre una madre que contó que uno de los hombres de la comunidad entregó a su hija de 12 años al chineo para los criollos y ellos se quedaron como espectadores para ver como la violaban.

'Esto pasa por el racismo imperante, la indiferencia social, la indolencia de toda una sociedad que ha sumido que los cuerpitos de las niñas y de las mujeres indígenas son descartables, que la vida indígena no tiene valor, esta devaluada', apunta uno de los rostros más visibles de la lucha de las mujeres indígenas en esta nación austral.

Junto a esta batalla, también se puso al frente de otra, la batalla contra el terricidio, un concepto, dice, que en lo personal he ido construyendo y ha sido aceptado por el movimiento de mujeres indígenas.

Hemos logrado que se le considere como un concepto que contribuya a construir una categoría penal que sería el terricidio como crimen contra la naturaleza y de lesa humanidad. Es la acción de matar los tres sistemas de vida que reconocemos como pueblos indígenas: el mundo tangible, el perceptible y el de los pueblos, explica.

El asesinato sobre el ecosistema tangible, el perceptible serían los lugares sagrados, donde hay un ecosistema espiritual, que regenera el circulo de la vida. El latifundio, por ejemplo, es una forma de terricidio, señala.

Los latifundistas alambran lugares sagrados donde los pueblos solía dialogar con la naturaleza para el fortalecimiento del vínculo de la vida. Hoy, remarca, es imposible hacerlo porque están en manos de ellos. En el caso del sistema de vida de los pueblos se trata de una estructura cultural que pueda contribuir a crear una matriz civilizatoria.

Millán ejemplifica como las empresas trasnacionales se han ido emplazando a lo largo de todos los territorios acaparando miles hectáreas de tierra como el caso del italiano Luciano Benetton, que tiene alrededor de un millón de hectáreas en la Patagonia, rica en minerales.

Parte de esos territorios entran dentro de la cuenca de interés por los hidrocarburos, y gran parte de latifundistas se asientan en lugares donde hay mucha agua dulce, minerales, petróleo.

'Las transnacionales gozan de total impunidad, arrasan con la vida de los territorios, violan todo tipo de derecho de los pueblos indígenas bajo la complicidad de los distintos gobiernos que se han sucedido bajo el Estado', subraya.

Tras resaltar que hoy es bien complejo demandar derechos frente a un estado que ha sido históricamente racista, Millán pide, en representación del movimiento que ella y otras coterráneas lideran, el reconocimiento de la libre determinación de los pueblos, de los territorios y de la plurinacionalidad de los territorios.

Que el estado asuma una verdad categórica, que no haya una hegemonía ciudadana, sino muchas naciones sobreviviendo en un mismo territorio. Estamos sometidos bajo las normativas y homogenización de la visión de un modelo de país con el cual no concordamos, extractivista, contaminante, depredador, que no respeta la vida, manifiesta.

Millán da la batalla hoy por el reconocimiento de unos territorios donde hubo pueblos originarios que, dice, continúan vigentes.

Tenemos derecho a definir políticas en relación en nuestra propia visión como pueblo, en la salud, en lo comunicacional, en el trasporte y producción de alimentos, en el modelo educativo.

Quisiéramos que se respetara también los derechos lingüísticos para poder comprendernos, subraya y apunta que el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), es una visión reduccionista de la política.

Si el estado quiere tener una mayor comprensión del tema debería tener un ministerio de asuntos indígenas, con presupuesto propio, que amplifique su mundo del derecho y se convierta en plurinacional, esto son pensamientos en formación, destaca Millán.

Asimismo, opina que para resolver esto, se necesita de un proceso de reconversión de las políticas públicas que partan del reconocimiento que existen muchas naciones indígenas y la necesidad de poner en diálogo los objetivos y sueños de esos pueblos, amasado a la luz de un proceso de reconocimiento de la libertad.

La líder mapuche está consciente de que esto llevará tiempo, pero expresa que se necesita en estos momentos para aflojar las tensiones por lo menos una señal, un gesto, de elevar la mirada y que el actual gobierno sea contenedor y respetuoso de esa diversidad que habita los territorios.

A una pregunta sobre cómo es vivir entre el miedo y la fortaleza a la vez de defender a un pueblo masacrado durante siglos, apunta que ambos sentimientos se retroalimentan.

'El miedo es vencido por el deseo de garantizar la vida, de soñar un mundo mejor y construir un nuevo pan solidario, equitativo, justo, donde podamos alimentar los sueños de los pueblos hacia la libre determinación', argumentó.

Para Millán es muy importante no callar, denunciar, tratar de construir y elaborar propuestas. No podemos esperar condiciones milagrosas para poder hacerlo porque han pasado siglos y siglos de crímenes contra nosotros, de despojo, empobrecimiento, reducción territorial, asevera.

Hay que valerse de mucho coraje para poder plantear lo que queremos, hacia donde queremos ir. Cuesta bastante porque tenemos el ninguneo, la persecución, el acallamiento machista de sectores nefastos del poder, pero también a veces de los maridos, de las autoridades comunitarias, dice.

En medio de toda esta batalla, lleva adelante también una querella contra la exministra de Seguridad del gobierno de Mauricio Macri, Patricia Bullrich, por procedimientos ilegales en la persecución hacia su persona.

Sufrí muchísimo durante la gestión anterior y en particular tuve amenazas de muerte, situaciones de intervención de mi teléfono, amenazas sobre mis hijas. Por eso soy querellante en una causa contra la exministra que por suerte la fiscalía aceptó. Sería la primera vez que una mujer indígena puede querellar y ojalá llevar a juicio a una exfuncionaria, manifestó.

Más allá de la judicialización y los mensajes de odios que le envían, Millán afirma que seguirá peleando con el espíritu weychafe que habita en ella y la hermandad entre sus compañeras de todos los pueblos que a veces, dice, sufren más que yo.

A los dedicados a extraer recursos naturales para enriquecerse (extractivistas), les manda un mensaje: que se cuiden porque sus días de 'terricidas' van a acabar. La tierra en su movimiento telúrico está despertando a las mujeres y pueblos del mundo para decir basta. Confío en esa fuerza de la tierra para terminar con tanta muerte, dijo.

Por último, agrega que los pueblos indígenas deberán seguir reclamando sus derechos por la espiritualidad y la construcción de una nueva matriz civilizatoria para este planeta que la necesita en tiempos de tanta crisis.

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