Catoira: Torres de Oeste
'Como baja del Padrón la barra de la Ulia para meterse en la Mar dos leguas de alli, à la una estan en el agua dos torres muy gruesas de muy buena fabrica, para defender aquel paso à Moros, y à Normandos, que como vemos en nuestras Coronica agora seiscientos y setecientos años entraban por alli...' (1).
Sin nombrarla explícitamente, Ambrosio de Morales, recopilador y notario oficial de reliquias para su Majestad, el rey D. Felipe II, nos describe un lugar que, a pesar de las apariencias, conserva el inigualable tesoro de su antigua y rica historia: Catoira y sus Torres de Oeste. Situadas prácticamente en la confluencia de las provincias de Pontevedra y La Coruña, a no excesiva distancia de lugares igualmente ricos en historia y tradición como Padrón, Noya y la propia Compostela, los restos mellados, desguarnecidos y semejantes a los antiguos menhires que los pueblos precristianos elevaban en honor de oscuras y olvidadas divinidades, todavía aguantan, con melancólica determinación, los embites, quizás menos gloriosos, del tiempo y unas generaciones que apenas les prestan atención, excepto a primeros de agosto, cuando el recuerdo se convierte en festividad y los antiguos paganismos resucitan viejos fantasmas que reclaman sus salvajes prebendas. Los temibles drakkar vuelven a surcar las aguas del viejo Ulla, repletas sus cubiertas de fieros guerreros nórdicos que agitan sus hachas de doble filo -como también antiguamente hacían los olvidados pueblos micénicos-, jurando y perjurando por Odín y por Thor. De hecho, en cualquier época del año, cualquiera que se presente por el lugar, observará, en la pequeña ensenada que sirve como puerto y refugio, que esas livianas naves que se bambolean suavemente al ritmo de las olas y que lucen en su mascarón de proa la cabeza del dragón o de la serpiente -los genéricos enemigos tradicionales del Cristanismo-, hace tiempo que cumplen su función psicopompa, esperando, año tras año, que las puertas del solsticio de verano liberen las almas de los guerreros que han de volver a danzar sobre las cubiertas, al son de una salvaje marcha de sangre y fuego.
Pero no sólo sobreviven esas melladas y prácticamente derruidas torres desde las que un día lucharon denodadamente y no siempre con éxito, valientes soldados que vendían caro su honor, defendiendo su sagrada tierra a costa de sus vidas. Junto a una de ellas, puede que el visitante se sienta embargado por la gracia de la ternura, al descubrir una pequeña y sencilla iglesia, sin ornamentación, sin avisos vanos ni amenazas, sin monstruos ridículos -como pensaba San Bernardo- ni adustos y severos hombres del Libro surgidos del corazón de la piedra como columnas-atlantes a punto de avalanzarse sobre los supersticiosos paisanos. Por el contrario, su sencillez, su alma de piedra, laja y mortero, semejante a esas ermitas perdidas en las montañas leridanas y oscenses, sus ventanales en forma de saeteras, apenas capaces de dejar penetrar unos débiles rayos de sol, incapaces de alterar las sombras del reducido sancta-sanctórum donde habita el Aliento Divino, invita a la reflexión y al recogimiento, a la contemplación y al sosiego, al acto íntimo de comunicación con la Deidad que, al fin y al cabo, y lejos de las penalidades de un mundo apocalíptico, ofrece consuelo al fiel y al peregrino.
Créase o no, ésta pequeña iglesia y estas torres arruinadas que descansan eternamente bajo la pálida luz de las estrellas de ese antiguo farol que para los navegantes y peregrinos constituía la Osa Mayor, estuvo ligada en tiempos a los grandes personajes de la Historia, del Camino y de la peregrinación, como el obispo Sisnando.
(1) 'Relacion del viage de Ambrosio de Morales, chronista de S.M. el Rey D. Phelipe II a los Reynos de León, Galicia y Principado de Asturias el año de MDLXXII', Ediciones Guillermo Blázquez, Madrid, 1985, ejemplar numerado Nº106, página138.
Aviso a CHEETAH y NAVEGANTES: Este artículo está sacado de MI BLOG ROMÁNICA, ENIGMAS DEL ROMÁNICO ESPAÑOL. Tanto el texto, como las fotos, me pertenecen. El vídeo complementario, lo pueden encontrar en la entrada original, en la siguiente dirección: http://juancar347-romanica.blogspot.com/2015/06/catoira-torres-de-oeste.html
Para mí que cheetah no es un guepardo, sino la célebre mona, y cree que eres Tarzán, veo amor en su interés por ti. Seguimos aprendiendo contigo, y se agradece.
La verdad es que paso de Cheetah como de comer habas. Nunca he plagiado a nadie, al contrario que lo que me han hecho a mí y además ahora, siguiendo la sugerencia de @Goya (creo que fue), pues en cada entrada de los blogs pongo su correspondiente día de publicación y enlace en Steemit. Ya escribí un artículo aquí, refiriéndome precisamente a eso, a Cheetah y Tarzán, pero como ves, es predicar en balde. Llevo muchos años pateándome esos caminos, pasando frío y calor, mojándome en todos los sentidos y creo que fomentar en lo posible mi trabajo es legal y decente. Pero claro, a veces fastidia verte en listados suspicaces de plagio. En fin, qué le vamos a hacer.
Me preocupa, se aprecian rasgos obsesivo-compulsivos jajaja Manda huevos, plagiador de sí mismo es una categoría nueva. Eso, lo de las habas.
Eso me pasa por tener principios y currarme mis temas. Pero como dice el refrán: a mala Cheetah, buen Tarzán.