Futhork (Parte I)

in #spanish6 years ago (edited)

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Marta observaba el planeta Saturno desde el gran ventanal del palacio flotante que sobrevolaba lentamente sobre la órbita de aquel planeta. Su mente estaba en la Tierra, en su hogar, en su familia y sus amigos; su mente estaba en aquella vida monótoma que llevaba, en donde lo único que tenía que hacer era buscar trabajo, juntar el dinero necesario y emigrar. Soñaba con el amor y el afecto de un hombre o una mujer que la valorara y la apoyara, que le hiciera ver sus errores, que le escuchara, que compartiera mutuamente con ella sus inquietudes y sus sueños.

Irónicamente el matrimonio no era una de sus metas trazadas. De hecho, ella no creía  que hubiera alguien que realmente anhelara pasar el resto de su vida con una sola persona. En la Tierra, el matrimonio era visto como algo que se espera de todo hombre y mujer, aunque no era tan importante para llevarlo a cabo; para la época moderna en la que vivía, el matrimonio era solo un simple papel en los registros estatales, un simple requisito para acceder a ciertos beneficios sociales. El amor era una simple reacción química que duraba hasta cuatro años; después de ese tiempo, la pareja decidía si continuar o divorciarse.

Con los Futhork[1], u hombres sombra[2] como se les conoce en la Tierra, el matrimonio era visto como un paso necesario para perpetuar la raza y como un asunto de estado. En su caso, fue por lo primero que fue forzada a casarse con Haeghar, el hijo menor lisiado del emperador.

Suspiró profundamente antes de volver su espalda al paisaje y encaminarse hacia su habitación.  

Meses atrás empezó a experimentar parálisis de sueño casi todas las noches, algo que atribuyó al constante estrés que tenía por no encontrar empleo y al ambiente de tensión que había en casa por la rivalidad entre su madre y su tía. En todas esas noches lo veía de pie en los bordes de su cama.

 Como forma de solucionar la situación, salía con su abuela y su hermano todos los fines de semana, e incluso se concentró más en desarrollar su creatividad; sin embargo, nada de eso sirvió.

D'leh siempre estaba ahí, ya sea observándola o tocándole los labios con sus frías manos. Y una noche, harta de la situación, decidió dar el primer paso. El hombre sombra, ni tímido ni perezoso, la tomó en su propio lecho.

Fueron muchas las noches apasionadas que ambos compartieron, aunque no todo era sexo. También compartían historias sobre su gente, sus puntos de vista sobre ciertos temas como la religión y la política, e incluso satisfacían su curiosidad sobre cómo serían las cosas si hubiera una relación diplomática entre la Tierra y los Futhork.

Con el paso de los meses sus lazos se fueron construyendo y sus sentimientos mutuos empezaron a surgir poco a poco. 

El amor ya estaba ahí, maduro y fuerte. Nada ni nadie iba a separarles, o al menos eso creían hasta que Haeghar intentara reclamarla para sí mismo de manera violenta una noche de invierno.

Marta tembló.

Haeghar llegó a ella arrastrándose por el suelo a una velocidad terrorífica; no le había dado tiempo para levantarse cuando lo tenía encima de ella, con una mano en su cuello y la otra intentando abrir sus piernas. D'leh llegó casi al mismo tiempo con una daga en mano; con la misma amenazó a Haeghar con matarlo si no la soltaba inmediatamente. Éste obedeció muy a su disgusto, marchándose de inmediato.

La joven, asustada y llorosa, se levantó del lecho y corrió a abrazarlo. D'leh le dijo entonces que a partir de ese momento tendrían que dejar de verse.

Él volverá a hacerlo, recordó que le dijera. No es de los que abandonan algo una vez que le han echado el ojo. 

Días después, una pequeña comitiva de tres Futhork la visitaron con un mensaje por parte del mismo emperador: Ella tenía tres días para despedirse de sus familiares y amigos antes de irse del planeta, pues ya no los volvería a ver nunca más una vez que se la llevaran ante la presencia del emperador.

Aquél mensaje la consternó, pero no tanto como el súbito cambio en el comportamiento de D'leh una vez que llegara al palacio flotante al ser informada. Éste la trató con frialdad, como si fuera una extraña; intentó hablar con él varias veces, pero le rehuía. No fue hasta el día de su audiencia con el emperador Harad que supo la verdad: Haeghar le había dicho que D'leh quería arrebatarle a su nueva novia, o sea ella.

El emperador, habiendo escuchado la acusación contra su hijo mayor y la defensa de éste, decidió que Marta se casaría con Haeghar en tres días y que D'leh fuese enviado al palacio flotante de Haea, que estaba más allá de Plutón. Marta, ante la sentencia, protestó aludiendo a que no conocía de nada a Haeghar y que D'leh había evitado  que la violara. El emperador le replicó que Haeghar era quien la visitaba todas las noches y no D'leh; Marta entonces le recalcó que Haeghar no podía mantenerse de pie, ya que D'leh siempre la observaba de pie. 

El aludido intervino, diciéndole que sí se podía poner de pie. Ella lo retó, segura de que solo lo decía para minimizar su protesta. 

Deseó no haberlo hecho: El príncipe lisiado, con ayuda de una especie de aparato que tenía puesto alrededor de su cintura, pudo levantarse con una sonrisa triunfante en el rostro.

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[1] También escrito como Futhark o Futorc, es el alfabeto rúnico utilizado por los anglosajones y los escandinavos durante los primeros siglos de la Edad Media. Para funciones del relato, decidí usar estaba palabra para referir a los hombres sombra.

[2]En la creencia popular, la gente sombra son entidades paranormales que aparecen de distintas maneras a cualquier hora del día, principalmente en las noches, incluso durante los episodios de parálisis de sueño. Se cree que pueden ser entidades malignas, pues causan un terror tan profundo y paralizante. 

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Parte 2 

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Buenos días @vickaboleyn
¡Vaya! Cómo están las cosas por Saturno entre el hombre sombra y el lisiado...

Buenos días, mi estimado @don.quijote. Sí, así de mal están las cosas en Saturno...

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