El principio del todo
Siglos vienen, siglos pasan. Mis ojos ven el pasar del tiempo, el cambio en la naturaleza humana y en las ciudades en donde viven; lo que antes era un ensueño ahora es una jaula de oro, lo que antes era una aventura ahora es una desventura.
¿Que si extraño los viejos siglos? Más bien extraño su lado bueno, cuando suplantar o crear una identidad no era tan problemático. Es decir, extraño ser el vikingo, ser el rey, ser el carpintero, ser el mercader, ser el erudito, ser el rico aristócrata, ser el líder de una pandilla. Extraño a mis amigos, los primeros y los últimos; extraño ser yo mismo... Bueno, soy yo mismo pero con uno de tantos nombres.
Los historiadores me conocen, o al menos eso alegan. De mí dicen muchas cosas, aunque la mitad sea cierto y la otra mitad sea una estupidez surgida de una campaña de desprestigio muy bien elaborada, misma a la que yo contribuí al permitir que dijeran lo que quisieran. Me llaman el chico de oro de la Era Vikinga y el creador del crimen organizado; me llaman "El Deshuesado" y el "Cuervo Negro", aquél que odiaba a los cristianos y que aterrorizaba a los buenos ingleses. Contra los primeros no tuve nada; su religión me parecía interesante e intrigante, aunque aquellos que suponían ser sus gobernantes no seguían sus preceptos. Contra los segundos tampoco tenía nada; solo hacía lo que tenía que hacerse.
Nadie sabe que una guerra se ha desatado. Y que ellos mismos, los humanos, son parte de ella.
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