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Charles

Ivar la puso detrás de él con una actitud defensiva. Le miré directamente a los ojos. Había desafío y resolución, había una especie de despertar de la conciencia o una mierda sentimentalista a juzgar por la simple orden de no separarse de él y que no suelte su saco por detrás. Ella no entendía el por qué, pero lo hizo.

-Eres bueno armando historias -le dije con precaución mientras empezaba a caminar -. Quizás la pequeña virgen le disparó en la pierna pero tú lo remataste. Ahora, no sé si realmente estoy en lo correcto o quizás es una coincidencia, pero hace unos minutos me enteré que la policía viene en camino con la consigna de arrestar a todo el mundo. 

Ivar y Cécile no se inmutaron. 

-Podrás haber engañado a Adamsen con tu papel del siempre fiel guardaespaldas de su más entera confianza, pero... Para ser un policía has dejado mucho qué desear.

Él se volvió hacia atrás. Dos hombres de Adamsen les apuntaban con sus armas. Mientras tanto, el propio jefe salió de su escondite en la entrada del garage y me inquirió:

-¿Tienes pruebas que lo avalen?

Típico. Los jefes no quieren creer en tu palabra mientras no les proveas una prueba fehaciente. Misma que ahora mismo carezco pero que estoy seguro de que podría ser uno. Ivar me miró nuevamente a los ojos, inmutable y a su vez escéptico. Creo que ese tipo sería un buen actor si se lo propusiera. 

 -¿No confiesas que eres un polizonte? Te están apuntando justamente en la cabeza. Les están apuntando, porque Cécile está detrás de ti.

Ivar repentinamente sonrió y, con una repentina suficiencia, me replicó:

-No temo a la muerte... Pero tú sí que deberías temerle. 

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Ivar

Pegué a la chica más a mí. 

Ellos vienen. Ya vienen. Ya están aquí...

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Cristina

Miré hacia un punto. Las cosas empezaron a moverse... A temblar. 

Me agarré a él con fuerza. Algo no está bien. Puedo sentirlo debajo de mis pies y en la pesadez del aire. Me volví hacia atrás; los hombres también lo percibieron, pues, consternados, se preguntaban para sí mismo qué estaba pasando.

Lo que vi me dejó tan impactada que contuve el aliento: el suelo fue hecho pedazos, saliendo de él dos criaturas aladas que volaban a una velocidad imperceptible, jugando con las balas y las mentes de los hombres. Sentí de inmediato algo escamoso en mis manos.

-Mi Dios... -murmuré cuando me di cuenta de que me estaba elevando del suelo y salía volando del garage en un abrir y cerrar de ojos.

Montada sobre una bestia.

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¡Muchas gracias por leer esta mini-historia! Quédense sintonizados porque pronto subiré la continuación ;) ¡Feliz inicio de semana!

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