El calendario anunciaba que faltaban cuatro días para terminar el mes de agosto. Hace apenas dos días que me depositaron mi quincena de profesora jubilada de la universidad, y el dinero no me había alcanzado sino para pagar deudas. La despensa estaba tan vacía como mi bolsillo. Me dispuse a ir al banco para solicitar un préstamo para comprar comida. Y cuando iba en el autobús recordé la voz de mamá:

Nunca pidas crédito para comer.

En la radio, había "cadena nacional", el Presidente anunciaba que estábamos viviendo una crisis económica, debido al bloqueo de los Estados Unidos. Le pedía a los venezolanos paciencia para soportar esta nueva arremetida de los gringos. Mencionó que todos debíamos tener el espíritu combativo del Libertador Simón Bolívar; y que debíamos aguantar. Al mismo tiempo, invitaba a los ciudadanos a inscribirse en la "milicia civil"; el que lo hiciera recibiría un bono especial.

Sentí frustración por mi vida personal y por la del país. A mi lado iba un señor, tal vez tendría unos ochenta años, vestía una franela roja del partido del gobierno, me dijo, con voz de orgullo:

—Señora, debemos inscribirnos en la milicia para defender al país de la invasión extranjera. Allí nos enseñarán a disparar las armar de la libertad.

Me contuve para no responder con una grosería al señor, quien a pesar de sus arrugas, pensaba como un joven bobo ¿o la boba era yo por pensar diferente?

Me bajé del autobús, fui al banco a pedir el crédito, pero estaba consciente de que me lo negarían. ¿Se le puede prestar dinero a alguien que no tiene ahorros?

La cola en el banco estaba larga. La cajera me vio desde lejos y me hizo una seña para que me acercara hasta donde ella estaba. Caminé rápido.

—¿Qué necesitas, Sol? —preguntó la cajera.

—Lo de siempre: un préstamo para comprar café.

Ya sabes la respuesta:

—No tienes capacidad para pedir préstamo.

Ya yo sabía la respuesta. Pero siempre añoro un milagro; algo que me haga sentir que un día puede ser diferente a otro.

Estaba en la parada de autobuses para regresarme a casa, con la frustración cocinándose a fuego lento, cuando pasó una caravana del gobierno cargada de "milicianos". Por el "altavoz" decían:

Luchemos por la patria y defendámosla.

Tomé una piedra que estaba en el pavimento y la pegué del vidrio donde se le hacía publicidad al gobierno:

Malditos sean todos, dije con una voz que me salía de las entrañas.

Ahora estoy en el puesto de policía, debo reparar el vidrio que rompí, el banco del gobierno me hizo firmar unas "cuotas de pago"; y la abstinencia por falta de café me hace disvariar. Escucho que me van a internar en el sanatorio.

Fin

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What I see: Broken glass

What I feel: The result of an impulsive action

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