"Aquella casa embrujada"

¡Maldición! Exclamé al colgar aquella llamada, no me había quedado de otra que aceptar la invitación de mis amigos a ir a esa casa que todos en el pueblo llamaban “embrujada”. No quería pasar por aguafiestas, pero no me gustaba la idea de irrumpir sin permiso y de noche a aquel lugar. Al anochecer, con nuestras mochilas y linternas en mano, tomamos aquel camino empinado: el ambiente era aterrador, una brisa fría movía los árboles, sombras tenebrosas y sonidos que asemejaban silbidos, susurro y sollozos… En silencio, íbamos uno tras otro; entre las ramas parecía haber mil ojos observándonos. Llegamos a la casa, atravesamos el portón, un montón de maleza y árboles secos. Sabía que no éramos bienvenidos, se apreciaba una fuerte energía negativa… De repente, se escuchó un golpe en el piso superior; un portazo, grité y dijeron: - Solo es el viento, tonta -. Como autómata, yo seguía los pasos del grupo con el corazón acelerado y un temblor en las piernas; subí las escaleras, un peldaño podrido por el paso del tiempo cedió a mi peso y caí… Desperté rodeada de entes con grandes cabezas, brazos y piernas alargadas; no podía moverme, pero al voltear, observé una mesa con cráneos alineados en fila: eran cuatro ¡Oh Dios! ¡Eran los cráneos de mis amigos! Estos seres iban a comerse mis sesos, me arrancarían el cráneo y lo colocarían como un trofeo en aquella mesa junto a los otros… ¡Y no podía hacer nada! Me agarraban de piernas y brazos… De pronto: ¡Zas¡ una bofetada, abrí los ojos y allí estaban mis amigos, tratando de reanimarme, me había golpeado la cabeza y estaba en pánico... Detrás de ellos, yo podía distinguir a aquella extraña figura alargando sus garras hacia ellos... Y así fue como mi pesadilla se hacía realidad.