Los que fuimos niños en los comienzos de los años 60 en Venezuela y además nuestras familias tenían una posición económica media baja fuimos dotados con una capacidad asombrosa para inventarnos juegos y divertirnos.

No hacían falta juguetes y no existían computadoras o juegos de video como actualmente, teníamos acceso a algunos tradicionales y unas ganas enormes de compartir y esto lo hacíamos sin importar el sexo, por lo que era común los juegos donde niñas y niños eran protagonistas.

Maracaibo era un pueblo grande que se transformaba en ciudad y su crecimiento, impulsado por las compañías petroleras y sus gettos habitacionales que se extendían desde lo que hoy es la avenida 5 de julio hasta el final de El Milagro la transformaban en un mosaico pragmático de costumbres que terminarían con los años casi enterrar las locales.

Elevar petacas, jugar bolitas, trompo, runche, juego del Zulia, el fusilao, arroz con leche, pared con las tarjetas de las votaciones electorales y acaparar billetes de cajetillas de cigarrillos para usarlos como método de pago en algún juego y creernos por eso adultos, eran algunas de nuestras distracciones.

Y precisamente del último quiero dejar algo para la posteridad.

Alguien que no fui yo inventó que desarmando las cajetillas de cigarrillos estas se parecían a los billetes de circulación en ese entonces y nació la idea de acumular estas para transformarnos en ricos.

El valor de las mismas no era tácito, o sea no tenía un número específico sino que de acuerdo a la marca esta esta superior a otra.

En ese entonces el boom de incitar a fumar proveniente de Norteamérica y manejado eficientemente por los medios de comunicación existentes y las trasnacionales produjo que la cantidad de marcas se multiplicara y no solo de producción nacional sino también traído a través del puerto de otros países por lo que teníamos material de sobra para recolectar.

De tal modo que así como hacíamos con las botellas, recorríamos las calles aledañas del sector recogiendo cajetillas y fue una costumbre que practicábamos también cuando salíamos hacia otros sectores con nuestros padres o íbamos de visita o vacaciones con algún familiar.

En ese la marca de cigarrillo Lido era lo más fumado y por lo tanto la de menos valor en ese escalafón que el banco central de la ingenuidad le confería, mientras que las marcas importadas estaban en el pináculo de esa pirámide.

En mi caso cada vez que me quedaba alguna semana a que mis tiabuelas en Lagunillas regresaba forondo con mi cargamento de billetes de Camel, marca que fumaba la mayor de ellas y que era una de buen valor en nuestro juego.

Dado que nuestro sector era de clase media, lo recogido estaba acorde con ese estatus por lo que los más grandes se aventuraban a recorrer más distancia y muchos se llegaban hasta las colonias de los norteamericanos, quienes acostumbraban a fumar Marlboro y Winston.

Habían otros populares con cierto valor pero esto era dado al hecho que eran pocos los que los consumían o que ya estaban de cierta forma desactualizados como Negro Primero o Chesterfield.

Las marcas que llegan a mi mente casi 60 años después y que alimentaron mi tesoro son: Fortuna y Alas que junto al Lido eran muy populares, Bandera Roja, Capitolio, Lucky Strike, Belmont recién salida, Viceroy que consumia la clase media alta, Hilton, Life, Salem que creo eran importados, Kool que era mentolado, y otros que hicieron estragos en los pulmones de los adultos de esa época.

Como nunca he fumado mi conocimiento de ellos se basa en los recuerdos y lo que se decía en ese entonces.

En la época actual sin dudas esto será una práctica propia de tontos pero en mi niñez la misma llenó de días de alegrías, compartir y jugar con los amigos.