Una de tantas noches, sintió que golpeaban a su puerta, pero no como las otras, cuando los mismos tres golpes casi tumbaban la puerta. Esta vez y después de abrir, su mirada se queda fija, por un momento no dijo nada, pero rompió el silencio.

― ¡Plinio, ¿qué hacés acá?!
―Hola, Fany. Yo ya te dije《sos mía, o de ningún otro》, vine a darte la última oportunidad. Venía acompañado de dos matones, eso decían sus caras.
―No Plinio, yo ya soy de otro.
― Pues después de matarte a vos mato a ese. ¿Quien es?
― Es Jesucristo.Todos soltaron a reír, mientras ella solo los contemplaba con la seguridad de un santo.
―¿Por ese te vas a morir?- dijo el cholo, desenfundando un revólver y apuntando en medio de los ojos a su Fany.
―Te voy a mandar con tu Jesús...
―Si él te deja Plinio, si él te deja.Cuando accionó el gatillo, el arma no dió fuego, pero una convulsión se apoderó de él, los ojos se le retorcieron y cayendo en tierra se revolcaba, gruñendo como un cerdo.
Sus hombres al ver esto, sacaron cada uno un puñal lanzándose sobre la víctima, pero les ocurrió igual que al otro.
20 días, estuvieron en el hospital; no se supo que les pasó. Parecía que alguien les dió una fuerte paliza.Sin embargo Plinio no se quedó con esa y recurrió a seis poderosos brujos.