El policía colombiano y los jóvenes venezolanos

Un oficial patrullaba cumpliendo el deber por la ciudadanía colombiana, en resguardar la integridad y la seguridad de su gente. En su dirección de ruta, pasaba por la autopista Sur. Él ve un grupo de jóvenes que caminaban de forma huida hacia otra ciudad.

El oficial no pensó en nada, solo quería saber quiénes eran y el por qué caminan por la autopista; él hacia el deber de cuidar sus vidas, ya que es un peligro caminar por una carretera. Se acercó a ellos y les preguntó ¿qué hacen por acá? Los jóvenes de forma educada respondieron “Agente no tenemos papeles, pero no le hacemos daño a nadie”, ellos asustados pensaron e imaginaron que iban a ser detenidos. El miedo es escandaloso y no avisa al corazón.

Sus caras aterradas, después de tanto caminar, de huir de la miseria, del abismo abandono de su patria, de un país que no se conoce, donde los olores de la tierra fueron cambiados. Huyen forzosamente y su cerebro actúa en contra de la decisión; los recuerdos, los sonidos, las costumbres, los nombres, los horarios, las palabras, las caras, las expresiones, los chistes, el amor, la forma de vivir, el trabajo, los negocios, la parranda, la amistad, y sobre todo… la familia.

Ellos y el policía iniciaron una breve conversación, los jóvenes les contaron que venían de Venezuela y su destino era Ecuador. Dos naciones hermanas. Hermanos venezolanos que viajan sin identidad, sin pertenencias, sólo las ganas de triunfar y de ayudar a su gente en un país que está expatriado, porque ocurrentemente en vez de botarte a ti, ellos botaron al país. Uno de ellos le confesó al policía que llevaban 15 horas sin comer, como también varios días caminando. Y que los hermanos colombianos fueron amables con ellos, porque le han dado comida, para poder aguantar un poco el largo, e inmenso camino.

El agente los invito a comer unas arepas y unos cafés. El alimento brindado por el policía; se convirtió en nobleza, en amor filial de hermano, en caridad, en solidaridad, porque así somos los humanos cuando de ayuda se trata. El oficial expresó que él tal vez no es de corazón perfecto, pero si un hombre noble.

 

El policía se sintió orgulloso de su profesión, se le arrugo el corazón cuando los jóvenes confesaron “Agente esto no pasa en Venezuela, jamás usted vera a un policía haciendo lo que usted hace. Dios lo bendiga agente”.

Donde van nuestra gente, en su frente y en su corazón, como en el alma llevan a Venezuela. Los jóvenes siguieron su camino, rumbo a Ecuador y agradecido de corazón con el pueblo de Colombia. Uno de los chicos, le sangraba sus pies producto de la larga caminata, pero él expresó “Con la frente en alto, porque Dios me dará fuerzas para seguir”.

 

El oficial continuó su trabajo, quizás con unos pesos menos, pero en su corazón lleva la alegría extrema y la bendición de Dios. Y él oró en silencio a Dios pidiendo perdón porque él algunas veces se quejaba tanto”.

Dios bendiga el camino de los jóvenes, y la vida del oficial que los ayudo.

Te amo Venezuela, te llevamos en el alma y en nuestros corazones.

Escrito por Jhon A. Romero.-

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