Tiempo de Soltar

La historia doble queremos llamar Tiempo de soltar y tiempo me soltaron.

Vivimos casados 23 años y, como en todo matrimonio, los problemas no tardan en llegar. Después de varias situaciones, la relación seguía, pero llegó un momento en que tuve un problema de salud; por un año no pude trabaja.

Ese año, mi esposa empezó a desmejorar el trato conmigo. Ya no me mandaba mensajes y, si había una discusión, no le daba mucha atención.

Un día, su hermano que vive en México (nosotros en Argentina) subio al grupo familiar, diciendo que tenía 17 días de vacaciones y la invitaba a ir a México, todo pago, incluso sin valija, ya que le compraban todo el vestuario nuevo. Ella me dijo que no me quería dejar solo porque yo aún apenas podía caminar. Pero la convencí de ir, ya que era una grandiosa oportunidad.

foto vieja, hoy es una vieja

Finalmente, viajaron ella y mi hijo. Le pedí que no nos peleáramos para que no se fuera enojada.

Sin embargo, el día de irse se enojó conmigo, se ve que ya no me tenía paciencia, y se fueron peleados los dos conmigo. Así que sin mensajes, hasta que me manda uno diciendo "llegamos a México". Necesitaba contarle a alguien semejante golpe emocional, pero después de eso no me decía nada. Le mandé varios mensajes y no recibí respuesta.

Mi nuevo vicio

Al final, se quedaron a vivir allá y yo aquí solo, sin trabajo, sin dinero, y sin poder trabajar. Viví aislado, sin nadie a quien pedir ayuda. Lo realmente difícil fue soltarla.

No podía entrar a casa, no podía escuchar música, no podía ver películas. Me daban ataques de ansiedad y lloré un mar de lágrimas, meses y meses, hasta que finalmente, con mucho pensar y darme cuenta de la verdad —que ella ya no me amaba— dejé de sentir dolor en el pecho. Ese dolor fuerte me duró dos meses, y el llanto espontáneo se terminó al cuarto mes. Para el sexto mes, ya no la extrañaba los domingos.

Así, finalmente solté esta historia.

Fue muy duro, pero pude salir adelante. Aunque no tengo trabajo y no puedo trabajar en cualquier cosa, me quedaron los perros aún por cuidar.

Ahora tengo mi vida ordenada, mis tiempos y las cuentas al día. Así que no me quejo de la vida, y mejor solo que con una traiciónera cuando más la necesitaba.