—Vendida.

Escuche la palabra como un condenado a muerte que recibe su sentencia. A estas alturas ya no debería importarme, fui criada con este propósito, pero aun las circunstancias dolían.

No mire al hombre que pago por mi, era innecesario. Yo era una mesa o un nuevo auto. Algo lindo que el había comprado. El precio fue el más alto. Eso no me sorprendió, parecía de quince y mis ojos eran únicos. El producto perfecto para este tipo de inversionistas. Viktor me promociono como si fuera el mejor pura sangre en su establo. Tal vez lo era.

Me vistieron con ropa cara, una muñeca recién salida de su caja. Los guardaespaldas del señor X me escoltaron fuera. Yo caminaba mirando el piso, no sabia que tipo de amo seria. Seguía al pie de la letra lo que me enseñaron en la escuela.

Saint Marie de la Misericordia, era un internado caro y prestigioso. Lo mejor de lo mejor, como solía decir Dimitrí. Lo era en realidad y más para chicas como yo. Lourdes Contrair fue como yo en su momento. Ahora enseñaba niñas de alta sociedad y en contadas ocasiones, prostitutas realmente caras.

Me subí a un Jet privado por segunda vez en mi vida. Abandonaba un lugar que desconocía hacia uno que jamás volvería a dejar. El hombre X hablaba con todos en el avión, menos conmigo. Me ofrecieron de beber y comer. Lo rechace, estaba por vomitar y era mas seguro para todos si no tenía nada en el estómago.

Después de despegar por fin se dirigió a mi. Su voz no era tan áspera como la de Viktor o ronca como la de Dimitrí, los únicos varones de la especie con los que pude interactuar, pero había algo en ella que te hacia confiar. Era un hombre de negocios y no se podía confiar en él.

—Mi cuñado va a adorarte —su sonrisa era la de un lobo y me miraba con gula —. Esta demasiado metido en el trabajo y apreciara una distracción.

Su mano subió por mi muslo, ni parpade. Me educaron para esto, sus caricias fueron subiendo, pero se detuvo. Sonriendo siempre como un lobo a quien le han dado un indefenso conejo. Nada mas lejos de la realidad, pero si era su fantasía podría seguir fingiendo.

Movió su cabeza para despejarse y retiro su mano. Yo seguía sin moverme o emitir sonido. El parecía complacido. Mirándome como un niño descubriendo un regalo de navidad. No podía creer su suerte.

—Eres todo lo que prometieron y más —paso una mano por su cabello rubio y prosiguió —. Es una lástima que no seas para mi, pero mi esposa es una agente del FBI en cuanto amantes.

El resto del viaje fue silencioso, horas pasando por campos y luego el océano. Cruce el atlántico sin pasaporte o ID. Era una suerte o una tragedia. El nuevo mundo me esperaba. Bajar del avión fue fácil, todos guardando secretos.

Viajamos en limusina, mi primera vez, una ciudad tan llena de edificios y luces que no podía decir cual es. Nunca había salido de todas maneras. Los edificios fueron desapareciendo y casas lujosas fueron apareciendo. Cada una más lejos de la otra y nos detuvimos en una realmente enorme.

Mi destino final. Nos bajamos aun escoltados y unos segundos después de tocar el timbre fuimos recibidos por una mujer mayor en uniforme. Su vista paso de ser desagradable sobre el hombre X a volverse maternal al dirigirse a mi. Había visto esa mirada en Lourdes, era lastima.

—¿El amo lo espera?

Casi sonrió al escuchar la palabra, esa que se me había enseñado a usar, ella la usaba con devoción y respeto. Yo la usaría por inseguridad y humillación.

—No, mi querida señora Sprout —su sonrisa ahora era la de negocios —. Es una sorpresa de cumpleaños.

Ella me miro y todo rastro de pena desapareció, fue sustituida con asco. No me inmute en lo absoluto, era bueno que ella supiera a lo que venia. Me vería mucho por aquí y con mucho menos ropa para su infortunio.

—Esperen aquí lo llamare.

Era una señora entrada en años y su pelo canoso me recordó a las abuelas. Nunca conocí una y el respetó me inundo. Lo mate antes de que floreciera, los sentimientos no eran necesarios. Mira la estancia y era acogedora, un gusto sobrio y señorial. Como una casa antigua que debido a su historia no podía ser modificada.

Unos pasos me alejaron del Monnet en la pared. Autentico debía decir, caro y soberbio. Palabras que podía aplicar al hombre que bajaba las escaleras en un traje que parecía echo a su medida. Era guapo, con su cabello castaño y sus ojos verdes. Su mirada era severa mirando al hombre X y yo fui invisible por unos segundos.

Este era mi amo, pero yo no sentí nada. Era guapo y parecía culto, pero para mi era solo otro hombre al que decía complacer. Un juguete para un niño. Al final de mi introspección me di cuenta que hablaba en suspiros airados. Su mirada fija en mi. El amo no estaba complacido sino enojado.

—Llevatela.

Una palabra otra vez y mi destino se sellaba. Su voz era ronca y baja. La voz de un hombre que no admitía negativas, pero el señor X no se veía impresionado, más bien diría yo que se veía divertido. Hablaron otro minuto y la sonrisa de lobo reapareció. El amo parecía más molesto a cada segundo, pero dejo al otro hombre irse como si nada.

Nos miramos después de minutos de encontrarnos a solas. El parecía furioso, aunque no conmigo. Subió las escaleras y yo espere. No había llegado ni al quinto escalón cuando volteo a verme.

—¿Que esperas una invitación?

Su voz era fría y me mordí los labios antes de poder responder que era eso precisamente lo que esperaba. Espere que el fuera adelante y lo seguí. La habitación a la que me llevo tenía que ser la suya. Estaba exquisitamente decorada, pero le faltaba el toque personal. Me hizo señas hacia la cama y me senté en la orilla.

—¿Cual es tu nombré? —pregunto despacio y aun mirándome fríamente —¿Cuantos años tienes?

Dos preguntas fáciles que serían sencillas de contestar, si fuera una situación normal, pero no lo era. Yo conteste como me enseñaron hacerlo.

—El que usted quiera.

En ocasiones no reconocía mi propia voz, era tan dulce y aguda. Los ojos verdes se posaron en mi incrédulo.

—Entonces es así —parecía realmente aturdido —, si yo te digo que te llamas frijol…

—Seré frijol —concluí.

Negaba furioso y me miraba. Busco entre su cartera algo y saco un teléfono.

—Llama a alguien que venga por ti.

Como podía explicar que había un solo número al que debía llamar si mi amo ya no me quería. Era el número de Viktor. El hombre que me había puesto aquí en primer lugar. Este hombre no era lo que parecía. Detrás de esa fachada fría y feroz, era un buen hombre. Esta era la peor clase para mi. Trataría de ayudarme.

—El único número al que puedo llamar, me llevara de nuevo a la subasta.

Era mejor no irse por las ramas. Empeoraría todo, era esa clase de hombre que necesitaba respuestas claras.

—Te ayudaré a escapar —el se veía agitado —, tengo dinero.

Sonreí triste y lo mira apagada. Le explique lo mejor que pude mi situación en la vida. Yo no tenía una identidad, ni un pasaporte o si quiera un pasado. Lo único que tenía era un nombre. El me miro expectante y con ma lastima en su rostro cuando le dije mi nombre.

—Cassiopea.

Ha sido mucho tiempo desde que no publico estas historias!! Esta comunidad me dio mucho y la situación del país me lo quito.

Espero que esta historia les guste hace tiempo que esta rondando en mi cabeza y la verdad no sabia donde publicarla, pero al ver que esta semana era tema libre me anime n.n como siempre un placer participar en este concurso.