Milan Kundera y las preguntas sin respuesta

in #filosofia4 years ago

El autor de "La insoportable levedad del ser"

La curiosidad es un instinto. El deseo del hombre por saber le ha llevado a buscar explicaciones a las cosas que tiempo atrás no podía comprender, aumentando su conocimiento, trazando nuevas fronteras y agregando, a mayor cantidad de respuestas, mayor cantidad de preguntas. Hemos mirado a la infinitud universal de las estrellas y hemos escudriñado la infinitud microscópica de los átomos, revelando todo un mundo de conceptos entre ambos extremos. Buscar respuestas a esas preguntas es tarea de la ciencia.

Pero existen cuestiones que escapan a las explicaciones, que no importa cuánto empeño se ponga en ello, no es posible encontrar una certeza; sólo pueden elaborarse hipótesis, apostar por una respuesta posible y aceptar que pueden existir otras igualmente válidas. Son esas preguntas sin respuesta sobre las que la humanidad ha reflexionado durante milenios: ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos? ¿quiénes somos? ¿cuál es nuestro propósito en la vida? Son interrogantes para los cuales la ciencia resulta insuficiente y la religión muy conveniente con su fe ciega en principios igualmente indemostrables. ¿Queda alguna tercera vía? Sí: la filosofía. Ésta busca analizar los problemas fundamentales del hombre de una manera racional, conceptual, sin acudir a deidades ni apoyarse en el empirismo de los experimentos.

Algunos critican la filosofía porque es considerada el arte de hacer preguntas y no el de encontrar respuestas. Pero es que hay preguntas cuyas respuestas no están a nuestro alcance, ¿significa eso que es una inutilidad reflexionar sobre ellas? No. Para responder a ello, acudiré a una frase del escritor checo Milan Kundera:

“Precisamente las preguntas que no tienen respuesta son las que determinan las posibilidades del ser humano, son las que trazan las fronteras de la existencia del hombre”.

¿Cómo es posible? ¿cómo la falta de respuesta puede determinar las posibilidades del ser humano? Al reflexionar sobre, supongamos, el bien y el mal (cuestión capital en la existencia humana), el hombre puede elucubrar sobre otros asuntos como la ética, la moral, el egoísmo y tratar de trazar algunos límites sobre lo que puede ser, o no, generalmente aceptado. Es cierto que estas fronteras en algunos casos son difusas y aunque las leyes penales de alguna manera jerarquizan responsabilidades y castigos para las consecuencias derivadas de algunas de estas situaciones dentro de la sociedad, no siempre es fácil saber qué es correcto y qué no.

Un ejemplo musical: la canción El amor de una madre del grupo WarCry. Un hombre, agonizando, le pide a su madre que acabe con su sufrimiento, que le ayude a terminar con la vida que ella misma le dio; la mujer, por amor, acude a su llamado y es juzgada como una asesina. La eutanasia no es legal en todos los casos y requiere cierto protocolo; al haber decidido por sí misma, la madre de la canción se enfrenta a un castigo penal; es condenada por la ley; pero entonces nos preguntamos, ¿qué haríamos nosotros? Y luego la pregunta central: ¿hizo bien? ¿hizo mal? No hay manera de dar una única respuesta válida. Es decir, es una pregunta sin respuesta (como esas a las que la ciencia está acostumbrada), pero reflexionar sobre ella nos permite estudiarnos a nosotros mismos, saber hasta qué punto llegaríamos en esa situación (sin haber pasado por ella) y descubrir nuestros límites, esas fronteras de las que habla Kundera.

Tenemos entonces que buscar una respuesta sin conseguirla puede ser también edificante. De hecho, el buscar la respuesta muchas veces puede ser más importante que el encontrarla. Y esto me trae a la mente una frase de Eduardo Galeano sobre la utopía:

"La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar".

De la misma manera, buscar las respuestas, perseguirlas sin alcanzarlas, sirve para caminar, para avanzar por la senda del auto conocimiento. Que la ciencia se encargue de los experimentos, del universo y los átomos; que la religión se encargue de Dios y la fe; el Hombre (con mayúscula), con sus defectos, virtudes y contradicciones es el campo de acción de la filosofía. ¿Tenemos preguntas? Vamos a hacerlas; ¿y si no hay respuesta? mejor aún. Caminemos.

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