Educación: Una luz de esperanza en el corazón de Venezuela

Hola Writing & Reviews. Antes de comenzar quisiera puntualizar que esta es mi primera publicación en esta comunidad. Ya realicé el proceso correspondiente de verificación, y mientras me verifican, decidí compartir con ustedes un tema muy importante en cada país del mundo: la educación. Cuando nos educamos emprendemos un viaje al conocimiento, a la sabiduría y al progreso; este derecho fundamental es la raíz de un mundo más próspero, pero…
¿qué sucede cuando la educación es vulnerada?

Soy docente en educación primaria, pero mis estudiantes me conocen como “maestra”. Más de 20 años en esta profesión me enseñaron que el conocimiento crea oportunidades, innovación y una mejor sociedad. Cada día antes de empezar algunas de mis lecciones para mis niños, me gustaba contarles la historia de algún científico, escritor o inventor para inspirar en ellos el amor a la ciencia, la literatura, el arte o la invención. Vi crecer a muchos niños y me alegraba a montón cuando me enteraba de que se habían graduado de bachilleres y optado por carreras universitarias maravillosas.

Pero poco a poco eso fue cambiando, y en unos pocos años la situación educativa cambió drásticamente. La pobreza empezó a esparcirse entre las familias de mis estudiantes, y cada vez se hacía más difícil para ellos comprar un simple cuaderno y un lápiz. Esta era una evidencia tácita de la crisis económica que empezaba a reflejarse en Venezuela. Por primera vez en mis años de profesión presenciaba una situación tan difícil. Niños sin alimentarse bien, sin ganas de seguir estudiando para trabajar en la calle, y con el camino de la delincuencia seduciéndolos. Lo peor de todo fue que esta misma crisis comenzó a sucumbir a los maestros.

Debido al precario salario que ganamos los docentes en Venezuela, muchos de mis compañeros compañeras decidieron abandonar la escuela donde trabajo, otros simplemente se iban del país sin siquiera presentar sus cartas de renuncia. Como madre, me preocupaba que este espiral también terminara convenciéndome de tirar todo a la basura. Estuve a punto de abandonar mi trabajo para dedicarme a otra cosa que me ayudara a costear los gastos de mi hogar y la propia educación de mis hijos. Pero simplemente no podía dejar solos a mis estudiantes; ¿qué futuro les esperaba si no recibían educación?

Así que opté por seguir con mi trabajo de maestra. Como mi sueldo era apenas de 2 dólares al mes debía hacer otras cosas para sostener mi hogar; realizaba tesis de grado y asesoraba a estudiantes universitarios, incluso vendía helados y postres y aunque me esforzaba el doble nunca me desanimaba. Mis hijos fueron parte importante en esta dura etapa, ellos también me ayudaron muy a pesar de que también estudiaban y debían costear sus matrículas. Siempre encontraba una manera de sobrellevar la difícil situación.

La crisis seguía empeorando cada día y esto se reflejaba muchísimo en mis pequeños alumnos. Empezó una faceta más crítica en la educación venezolana; los niños iban a clases si cuadernos, sin lápiz, sin sacapuntas e incluso sin zapatos. Ante dicha situación, los docentes que integramos la escuela comenzamos a hacer campañas para solventar, en la medida posible, las necesidades de los estudiantes. Nuestro objetivo era seguir apoyando al futuro de Venezuela, y a que la educación no siguiera decayendo a pesar de la crisis. Realizábamos ferias y actos culturales para recaudar fondos, y gracias a Dios estas iniciativas nos ayudaron muchísimo.

¿Qué sería de nosotros sin la educación? Relato mi propia experiencia como maestra para hacer un llamado a la conciencia. Solo nosotros podemos salvar el futuro de nuestros niños con el poder del arte, la ciencia y todo lo que albergue el conocimiento. Nunca debemos abandonar el camino de la enseñanza, porque allí radica el futuro para nuestra sociedad. Nuestra labor es defender ese futuro, convirtiendo la educación en nuestra principal arma. Sé que la crisis de mi país se ha convertido en un obstáculo, pero no es imposible de superar. Hay que llenarse de valor para no rendirse.

Hoy sé que tomé una buena decisión al no renunciar a mi trabajo como maestra. Muy a pesar del precario salario y la difícil situación económica, mi principal motivación son esos niños que al recibir educación ayudarán a crecer a mi país Venezuela en un futuro no muy lejano. En nuestras manos está la salvación de muchos pequeños que, sin ánimos de estudiar, deciden optar por el camino de las drogas y la delincuencia. Yo siempre digo a mis alumnos:

“La educación es el camino a una sociedad próspera”

Y tengo fe de que la educación será la principal luz para nuestro país. Solo hay que luchar por ello…

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