Allí estas dictando tu sermón, (es el siglo 19) y cuando digo tú es porque es tuyo, es en lo que crees, lo que predicas. Alrededor se ven personas distraídas, inquietas, algunas con sueño o caras tristes, ¿porque?..no es motivante lo que dices, vienes a hablar de Dios, de moral, de política o de lo que sea y solo repites lo que encuentras en las escrituras, o han dicho otros, no hay nada de tu alma o de tu cerebro que aporte discernimiento a tu lenguaje, engañas, decepcionas. Esta es una vieja costumbre del ser humano, solo que en este siglo (es el siglo 21) se ha redimensionado.

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Las palabras tienen un poder incondicional, hasta sobrenatural. “Al principio se hizo el verbo y el verbo se hizo hombre” dice la Biblia, expresarse desde ese momento es determinante y el tono que se usa también lo es. Se puede deprimir, desanimar o entusiasmar con ella, se debe hablar desde la emoción, que es natural y es implacable con sus mensajes, acreditados por los actos. De siempre se ha visto y escuchado políticos corruptos sermoneando sobre honestidad, sacerdotes pederastas charlando sobre amor al prójimo, falsos profetas predicando desastres, médicos convenciendo de una operación innecesaria para ti y si para sus bolsillos, amigos fugaces parloteando de amistad eterna y luego desaparecer si las cosa no va bien y así infinidad de ejemplos. La sexualidad sin palabras convertida en simple genitalidad, es el diario vivir. Los nuevos sermones son: compra, vende o véndete, imita, copia, no pienses, no sientas, no hay límites.

Sin embargo aun existe (y son rescatables) el sermón de una madre o un padre en conversación intima a Dios o en lo que crean, como lo llamen, pidiendo por sus hijos, el de un maestro de espíritu creyente de la docencia explicándole a sus alumnos una clase de lenguaje, el de los poetas llenando de magia la vida, el sermón cantado de la música y sus acordes, los silenciosos que te abrazan colmando de emoción y compañía tu SER. Estos nunca cansan, ni aburren, ni lastiman, ni encienden tus oídos de una verborrea barata. Allí debemos volver, a creer en la palabra sincera, a emitirla, sentirla, regresar ha: “Te doy mi palabra” ... es suficiente, sagrado

Este post fue escrito a manera de reflexión, motivada por la pintura de Vasili Grigórievich Perov que nos ofrece @solperez, aprovecho la oportunidad para invitar a: @edithjuliet