ELLA

Empezaba a levantarse el sol cuando se abrieron sus ojos.
El arco de luz formado tras las montañas combinaba perfectamente con su sonrisa.

Su piel erizada tras levantar la sábana y sentir el frío matutino me dió un pequeño golpe para que volviera a la vida. Sentí la carne de sus labios acariciando los míos y su voz pronunciando un "buenos días".

Se incorporó fuera del lecho donde la noche anterior nuestros cuerpos se encontraban pereciendo uno encima de otro llevados por el éxtasis de la dopamina. Calzó sus pies con unos finos tacones; esas agujas similares al tridente del diablo que hacen pecar a los hombres.

Por descuido o de manera intencionada se levantó y caminó hacia la puerta del cuarto, llevando consigo la sábana y exponiéndome también a la gélida mañana. De un salto quedé sentado en la cama, contemplando el paisaje de su existencia.