Por @latino.romano

El ambiente era tenso entre los jugadores. Siempre es tenso cuando se apuestan grandes sumas de dinero, o como en este caso, territorios ricos en oro.

Cada quien miraba atentamente al repartidor, cuidando de que sus movimientos no escondieran una trampa, una carta pasada, un as oculto a propósito. La sala estaba en silencio absoluto, se podía oír el respirar acelerado de los más novatos.

Los vasos servidos con whisky mantenían su nivel intacto, solo uno de los jugadores tomaba un par de tragos de una cerveza. El tazón de bocadillos permanecía lleno. Nadie se atrevía a perder la concentración en esa partida.

El tallador lanzó la primera carta sobre la mesa, cinco de espadas, y las reacciones apenas se percibieron. Pero para algunos significó la pérdida total de sus bienes, para otros, la oportunidad de recuperar los suyos.

Una segunda carta se viró delante de todos, dos de corazones, las miradas se cruzaron a gran velocidad, varios de ellos apenas pudieron contener su emoción; la suerte comenzaba a cambiar las cosas.

Cuando la tercera carta fue echada, cinco de diamantes, casi todos los jugadores se desplomaron sobre sus asientos. Los ceños fruncidos y las caras largas eran el anuncio de su ruina. Solo dos de ellos permanecieron sentados, esperando las últimas dos cartas que definirían al ganador, al dueño de los tesoros de todos los presentes.

Un relato interesante que continuaremos muy pronto. Por ahora los invito a leer a un escritor que nos trae un poema cargado de sentimientos y anhelos. Una forma de olvidar el miedo de no estar con la persona amada, disfruten leyendo a: