Si quieres ser un escritor, ¡escribe!

El tiempo, relativo no solo en medidas espaciales, sino también mentales.

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Percibimos el tiempo terrenal según nuestra objetividad o subjetividad de las cosas, y decir “cosas” no lo digo por generalizar, cualquier actividad o simple pensar que elegimos para interactuar (por equis razón) con, toma una parte de nuestra sensación de tiempo, la cual, mentalmente y subjetivamente se agota en la cabeza de cada quién y según sus objetivos.

Éste escrito y su intención, podrá ser interpretado por cualquiera que sienta que su reloj de arena fluye por la gravedad sin poder hacerlo detenerse (cuando en realidad, el enfoque debería estar en el quehacer [ya sea por obligación, trabajo o pasión {o todas juntas}]) y no en el por lógica inevitable ambiguo medidor del tiempo.

Cada actividad que realiza el ser humano amerita de práctica, junto con ella constancia, para así juntas las dos llevar a la mente a un estado de satisfacción de los hechos realizados por uno mismo. No se si justificarlo con cuestión del “equilibrio”, equilibrio entre el bien y el mal, siendo el mal en este caso la “procrastinación”.

Antes de continuar, quiero definir para los que no estén familiarizados con la palabra (y que les deseo que nunca lo estén si es posible) “procrastinar”.

La procrastinación (del latín procrastinare: pro, adelante, y crastinus, referente al futuro),​ postergación o posposición es la acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyendolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables.

Los artistas en su mayoría llegan a experimentar muchas veces esta condición, que a veces es breve y otras no tanto. El escritor en este caso, si mi suposición no me falla (definan suponer), es uno de los personajes de los tipos de artistas que están más propensos a sufrir de este desagradable verbo.

Podemos estudiar y profundizar en el tema para así, dar con explicaciones y justificaciones quizá razonables. Para ahorrarles la molestia, nombro unas cuentas que me vienen a la mente mientras escribo (escribía) estos párrafos; falta de inspiración, miedo, inexperiencia, querer estudiar más, querer saber más, tener la idea completa, esperar a tener mejores ideas, etc.

Todas esas excusas llevan al mismo resultado no favorable para el escritor. El escritor sólo experimenta su pasión cuando gestiona el verbo que lo define, a diferencia de un músico que puede tararear una canción del instrumento que interpreta. Por ende, para sentir y poder describirse como “escritor” es necesario “escribir”.

Escribir o haber escrito alguna vez un cuento corto, unos poemas, algún pensamiento, no da permiso a que una persona se haga llamar “escritor”. Para ello el “escritor” necesita “escribir”, así como cada personaje de su medio necesita y debe hacer lo que dice ser.

Un escritor sueña con ser leído, pero hay que destacar que el tiempo que le toma al lector leer no es ni una cuarta parte de lo que tarda el escritor en escribir. Esto lleva a que, si tu sueño se hace realidad, aquel consumidor de tus letras querrá más y más. La única solución a esto es escribir, escribir y escribir. Escribir más de lo que pueda leer un lector de ti.

Si quieres ser un escritor, ¡escribe! El tiempo es manipulable aunque parezca que no, en el medio de la monotonía semanal. Siempre hay un momento para dedicarlo a la creación de nuevos escritor. No diré aquí que es fácil, como ya les he comentado, el verbo “procrastinar” es real y no ficción, existe un fenómeno mundial que priva a muchos de colaborar con las hambrientas mentes lectoras que rondan por planeta tierra.

Escribir contra la corriente, esa corriente de mar que te hacer creer que no se puede así nades y nades. Para no ahogarse en papeles (o documentos en word) en blancos, hay que escribir (nadar) y escribir (nadar).

Para cualquier escritor e incluso incluyo acá a los compositores de canciones, que tienen que luchar con su propia subjetividad para decidir al fin que conjunto de rimas y significado van bien para su canción, es necesario que drenen los pensares de todos los días, y hasta forzar un poco a la ausente inspiración, porque quizá eso se la única cura contra el procrastinar.

Escribir así ni uno mismo se quiera leer, escribir aún así no sientas compensación de parte del universo, incluso al final sabes que terminarás desechando esas líneas. Luego de todos los golpes del cincel quedará descubierta una obra maestra (o al menos para nuestra subjetividad [risas]).

Espero sea de ayuda si alguno cumple con la casualidad del mítico destino de leer este breve artículo cuya intención es causar motivación en redactar todas aquellas ideas dejadas en el “mañana” que se convirtieron en “ayeres”.

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Todos la recaudación de fondos de esta publicación serán donados a la fundación #NoALaProcrastinacion de escritores independientes alrededor del mundo que dejan el escribir para el mañana.

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