Barbudo (Cuento corto literario)

in #spanish6 years ago (edited)

El hombre y su incesante búsqueda de explorar el más allá... La transformación que pueden experimentar determinados seres vivos y el misterio que guarda, siempre buscamos algo que nos acerque a este fenómeno de cuyas historias, cada día hacen que profundicemos más en el tema que por mucho tiempo han sido contadas y plasmadas en lienzo o papel (hoy en día en el universo virtual que hemos creado {Internet}), siendo manifiesto de los más profundos e íntimos pensamientos del ser humano que solo busca la respuesta a la legendaria y ancestral pregunta de la historia: ¿cuál es nuestro propósito?

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Martín se encontraba sentado, como todas las tardes, en un banco de la plaza del pueblo. Luego de cumplir con su trabajo solía acudir, día tras día, a ese lugar de esparcimiento rodeado de grandes árboles, un espacio aunque público, muy poca gente lo visitaba a esa hora.

Mientras fumaba, Martín daba rienda suelta a sus pensamientos, era un sitio en el que se sentía a gusto, éste además solía ser una persona solitaria, aunque también compartía los sábados en la taberna con sus amigos una que otra copa para hablar y pasar un rato de charlas.

A otro lado, a la derecha de Martín, siempre estaba sentado un señor mayor, de larga cabellera y con una abultada barba en su rostro, ambos sin cruzar ningún tipo de palabras, solo se podía sentir el sonido de la fuerte brisa que hacía caer de los árboles las hojas que cubrían el suelo de la plaza.

Ya al entrar la oscuridad que buscaba la noche Martín se paraba para regresar a casa, a descansar y cumplir con su obligación de un nuevo día de trabajo, su hogar quedaba muy cerca del lugar, incluso desde un balcón de su cuarto se podía ver la plaza y el banco donde se sentaba largo tiempo.

Aunque sin prestarle atención o importancia alguna, siempre que Martín acudía a la plaza el señor se encontraba ahí, igual cuando se retiraba, la presencia de este extraño era frecuente, nunca lo vio irse o alejarse, o por el contrario cuando éste asistía al lugar.

Una tarde, al llegar a la plaza, le llamó la atención que aquel extraño hombre no se encontrara sentado en el banco como todos los días, esto despertó algún tipo de curiosidad en Martín, quien se preguntó a sí mismo sobre la ausencia del acompañante silente, y por qué ese día no compartiría otra tarde de plaza, de pronto un perro se le acercó con cierto aspecto juguetón moviendo su cola, Martín ignoró al animal volteando la cara hacia otro lado, el can insistió en buscar algún gesto amigable, pero por el contrario, hizo que Martín abandonara el lugar, una pequeña lluvia comenzó a caer, aunque muy leve, lo que hizo apurar el paso de éste, dejando atrás al animal.

Esa noche Martín no podía conciliar el sueño, se paró y fue hasta la cocina para buscar un vaso de agua, luego se dirigió hasta el balcón para echar una mirada hacia la plaza, que se encontraba totalmente iluminada, el cuidador recorría de punta a punta para hacer su ronda, y se observaba una que otra pareja prometiéndose amor, Martín, como si algo le preocupara, veía hacia el banco en busca del señor que había estado ausente esa tarde, pero estaba vacío, una inquietud recorría por su mente, qué pudo haberle pasado para que se ausentara, se preguntaba, finalmente el cansancio hizo que se quedara dormido.

Al día siguiente Martín se dirigió apresuradamente, como si de alguna cita se tratara, para ver si el señor mayor se encontraba en el lugar, al llegar como si no estuviera pendiente de la presencia del extraño, se sentó y prendió un cigarrillo como todas las tardes lo hacía, y ahí estaba el hombre con barba, pero esta vez se dirigió a Martín y con voz suave y pausada le dijo:

—Ayer un perro amigable se te acercó y lo ignoraste, ni siquiera lo miraste, de haber sido a la inversa, creo no te hubiese gustado el trato.
—¿A qué se refiere?— preguntó Martín.
—Olvidas que un día fuiste animal.
—¿Cómo que fui animal?
—Claro, entre las transformaciones que experimentas la mayoría son de animales, tu vida comenzó como un insecto, luego pasastes a ser un roedor.
—Perdón señor, no sé quién es usted, y me dice que soy animal— inquirió Martín.
—No te he dicho que eres animal, solo te explico que en el pasaje de tu vida, para llegar a ser humano experimentas cambios como ser vivo.

Si ayer solo hubieras visto los ojos del perro que se te acercó, entenderías lo que trato de explicar, tu transformación animal ha venido de menor a mayor como antes te expliqué, pudistes haber sido un gato o un perro, luego te convertistes en un felino indomable, hasta llegar a ser un animal grande, muy grande, quizás un elefante.
Martín le dijo al anciano, —y ¿cómo sabe usted esto? Acaso fue algún animal y lo recuerda para estar muy seguro de ello, nunca había oído algo tan descabellado.
—Oye la última etapa que tuviste en tu vida pudiste volar como el cóndor, o quizás como un águila que busca la libertad en los aires, y eso es lo que vienes a buscar aquí esa libertad de reencontrarte con la naturaleza, por eso no fallas a tu encuentro en las tardes, porque este espacio te hace libre— fue la primera vez que aquel extraño se paraba y abandonaba el lugar primero que él, con paso lento el hombre se perdió en la oscuridad.

Martín, aturdido por aquel encuentro, se dirigió a la taberna para tomar unos tragos, en la barra mientras meditaba lo sucedido soltaba una pequeña risa recordando aquel encuentro, dentro de la duda movía la cabeza de un lado a otro mientras hablaba entre dientes: —Pude haber sido un animal, qué locura, mañana le diré a ese hombre lo loco que está—. Finalmente pagó y se fue a su casa, ya casi a la medianoche.

Ya casi al amanecer tuvo un sobresalto en la cama y sudoroso se dirigió al espejo y hablando a sí mismo dijo: —Gracias a Dios no soy ningún animal— se fue al baño para la ducha y se marchó al trabajo.

Esa tarde cuando se dirigía a la plaza no encontró al extraño que se sentaba a su lado del banco, espero mucho tiempo hasta el anochecer, pero nada que apareció el señor, pudo ver que el cuidador se acercaba en su recorrido y Martín le dijo:

—Buenas noches, ¿por casualidad, usted ha visto al señor que todas las tardes se sienta en ese banco?— el cuidador lo miró como sorprendido.
—Oye hijo tengo muchos años haciendo mi ronda y nunca he visto a ningún señor sentado ahí— Martín también confundido le manifestó
—Pero claro que sienta todas las tardes, es un señor que nunca habla con nadie”. Entonces el cuidador mirando fijo a los ojos de Martín le señaló.
—Claro que no habla, que yo sepa los perros no hablan, ahí el que se echa todas las tardes es un perro al que yo lo llamo Barbudo.

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T

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Buena historia @yimiipsa :)

Wow!! brutal hermanito..

Andando en este mundo nuevo para mi, he encontrado este post @yimiipsa grandiosa publicacion. Amante de la literatura, saludos. Cuentas con mi voto

Muchas gracias por tu tiempo en leer y comentar colega literato. Nos estamos leyendo, un abrazo.

Gran post, me encanto la historia llena de magia y buena literatura. saludos

Saludos amigo. Agradecido por tu comentario, un abrazo y éxito.

Se me pararon los pelos de punta, y mas porque es avanzada la noche. Fascinante historia con un final misterioso.

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