Los cuentos de mi abuela Alicia.

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La abuela Alicia estaba sentada en el sillón, donde solamente se podía apreciar un cielo espléndido, lleno de estrellas que colmaba de paz y tranquilidad a esa pequeña aldea los miracielos, donde vivían desde hacía miles de años.

En aquellos tiempos los cuentos se contaban de otra manera, para que dieran susto...

Recordaba ella con alegría y nosotros atentos, muy atentos a ella.

Ella se congregaba todas las noches, con un grupo de niños. Les contaba historias muy lindas y otras que ponen los nervios de punta. Los niños se quedaban en un profundo silencio, escuchando.

Pues dicen, que los fantasma se ocultaban en las casas viejas...

O detrás de uno, para quitarle el sombrero...

A pesar de que eran muy chicos, todos ellos disfrutaban las historias, los cuentos, las memorias de la abuela Alicia.

-Me gustan esos cuentos, decía una niña.
-Me hacen reír y disfruto cuando ella mueve los brazos y cambia la voz, con ese arte de los mejores cuenteros.
-Comenta un vecino, de la casa donde la maestra Valeria vende helados.
-Es muy divertido. Agrega Nicolás.

De pronto se dispersaron y comenzaban a corretear por todos lados. De repente se calmaban. Se quedaban mirando el cielo y decían: ¨mira aquella que forma de corazón¨

-Esa soy yo.

Cada quien seguía buscando formas de las estrellas.

-Vamos mis niños, ya es tarde vayan a dormir. Mañana tiene que ir a la escuela. Decía la abuela Alicia.

Cada no se despide con un fuerte abrazo y un gran beso.

Te queremos mucho hermosa abuela.

Curiosamente, esa noche de la despedida ella lloraba. Al otro día, no vino a contar cuentos. Ellos se preocuparon. Al ver que no llegaba, fueron a buscarla. Tocaban la puerta. Gritaban: ¨¡Abuelita, abuelita Alicia!¨ No salía. ¿Sera que se murió?, preguntó Alexander.

-Una santa no se puede morir, respondió con la voz bajita José Austin.

Los chicos y niñas de la vecindad, por un asunto de respeto, no quería avanzar en la casa. Algo los detiene. Más palomas se acercaron por el lado de la cocina. Un espejo grande en la sala y al lado unas fotografías. Unos libros sobre la mesa y el perro que estaba sobre el sofá, como si cuidara alguna sobra.

Cuál fue la sorpresa. La abuelita Alicia estaba acostada en el suelo. Agonizaba. Ellos la auxiliaron. Otros salieron a buscar ayuda. Le decían: ¨no te vayas abuelita..¨ José Agustín esa noche abrió un cuaderno y escribió el famoso cuento, de la abuelita que los cuidaba desde el cielo.

El sillón que ella utilizaba, para contar historia. Lo llevaron a la biblioteca, donde se creó una sala con el nombre de la abuela de las historias fantásticas.

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