Concurso Cervantes: 7ª Entrega: Historia de una felicidad adversa

in #spanish7 years ago


Todos los sucesos narrados en la presente historia son ficticios. El único propósito de la misma es entretener.


Era una tarde calurosa y seca en el pequeño hospital de Gourma Rharous en la Republica de Malí. El lugar se notaba deteriorado debido a los varios años de servicio que tenía tras de sí. Todas las paredes estaban descoloradas con escasos retazos de la vieja pintura que alguna vez adornaron el lugar. Las tenues luces que iluminaban las habitaciones daba la impresión de que en cualquier momento todos quedarían en penumbras. El cuarto más grandes del hospital era el lugar de hospedaje de la mayoría de pacientes cada uno con su propia cama en espera de atención médica.

En una de las camas yacía una viuda llamada Nasha que presentaba un aspecto horrible, parecía que se hubiera descuidado por años, ya que tenían una apariencia de una señora de más de sesenta años pese que no alcanzara ni los cuarenta. Con todo el cuerpo arrugado y seco, se notaba los embates de una severa deshidratación y desnutrición generando en ella una horrible anemia, que con el tiempo y sin tratamiento fue dejando a la mujer cada vez con menos fuerzas, hasta el punto en que la vemos en este momento.

El tiempo pasaba lentamente, todo parecía pasar en cámara lenta, hasta que llegó el momento en que por fin atendieron a Nasha, como era muy preocupante su situación, decidieron darle prioridad ya que estaba al borde de la muerte. Luego de varios exámenes médicos, algunos precarios por la falta de instrumentos, se le informo a Nasha que lamentablemente no había nada que hacer. Sus riñones no aguantarían ni un día más sin un tratamiento, y aun teniendo uno, las posibilidades de sobrevivir serian bajas.

Luego de terminar los exámenes, Nasha, se envolvió con sus sabanas y colocando sus manos en la cabeza decidió dejar que la desesperación y la tristeza se apoderan de ella, resignándose a aceptar una muerte segura. Pero, al escuchar la voz de un niño llorando a todo pulmón decidió asomarse a ver quién lo emitía.

Se trataba de un pequeño niño llamado Darem, de no más de 5 años de edad, que estaba sentado en la cama de al lado. Encogido en sí mismo, el niño se le notaba una profunda cara de tristeza bañada en lágrimas, mientras presentaba constantes temblores, producto de perder a sus padres a causa de la enfermedad de la malaria que también lo aquejaba. El único consuelo que tenía en ese momento era el de una enfermera que trataba de tranquilizarlo, sentándose con él, mientras que le acariciaba suavemente la cabeza.

Nasha se asomó lentamente al niño y con una voz tranquilizadora le pregunto:
-Que ocurre, ¿por qué es cara larga?
-Es que no me siento bien, estoy enfermo y triste.
-No pasa nada, estoy segura que si te alegras un poco te curaras antes.
-Pero, es que mamá y papá no volverán. No quiero estar solo
-Debe ser muy duro para ti pasar por esto. Te diré algo y si soy tu amiga y te ayudo a que estés mejor, te prometo que estaremos juntos y cuando salgas de aquí te llevare a jugar a un parque.
-¿De verdad?, yo no quiero volver a estar solo, ¿Serás como mi mamá?
-Si eso te hace sentir mejor, pues… sin problema puedo ser tu mamá. (Recordando que no sobrevivira)

De esta forma Darem y Nasha se hicieron buenos amigos. Jugaban uno con el otro a jugos de cartas, a buscarle formas los viejos retazos de pintura de las paredes y de vez en cuando a hacer pequeñas travesuras a las enfermeras con las luces de los pasillos, lo que casi siempre terminaba con el regaño de ambos, sobre todo a Nasha ya que esas conductas no eran adecuadas para su edad ni condición. Darem mejoraba día tras día y Nasha contra todo pronóstico había sobrevivido todo ese tiempo. La relación que tenían era suficiente para hacerles olvidar sus problemas y ser más felices.

Pero lamentablemente las cosas regresaron a la realidad y Darem recayó, llevándolo de nuevo a la cama. Con una fiebre muy fuerte y el cuerpo totalmente debilitado, su hora se estaba acercando. Pero no importaba porque Darem ahora tenía Nasha y era capaz de afrontar lo que pasara. Casi sabiendo lo que ocurría el pequeño niño se despide de Nasha con un hasta luego y así cerrando lentamente los ojos Darem muere dejando una grandiosa sonrisa.

Nasha no sintió tristeza alguna, ya que cumplió con su trabajo de hacer a ese niño feliz. Pese a que nunca pudo cumplir su promesa de ir al parque, se sintió muy bien consigo misma al ver que sus últimos momentos de vida los paso con una sonrisa mientras la miraba. Sabiendo que las preocupaciones que tenía ese niño quedaron atrás decidió que era su turno de dejar este mundo y al igual que Darem recostó su cabeza en la cama y con una gran sonrisa sus órganos dejaron de funcionar dando fin a la vida de Nasha.


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